El grupo ministerial del gobierno inglés especializado en temas de familia ha sido suprimido. David Blunkett, presidente del subcomité que lo reemplaza, ha reconocido que no se reabrirá el debate sobre el matrimonio y la estructura familiar. Estos temas se han convertido en una "zona prohibida" para los políticos.
Y sin embargo, existen pruebas de peso que muestran que esta materia debe ser discutida: los niños que crecen en familias en que falta uno de los padres están en constante desventaja y, por otra parte, las parejas casadas permanecen unidas durante más tiempo.
Parece que el gobierno británico desea evitar la discusión de estos temas, pues ello exigiría una declaración explícita sobre la importancia del matrimonio, algo que causaría divisiones en el gabinete. Pero el problema no se prevé que vaya a desaparecer. El número de niños nacidos fuera del matrimonio crece continuamente, y corresponde ahora al 40% de los nacimientos en Gran Bretaña. Y quienes aducen que la vida familiar simplemente está cambiando, y no declinando, o que la cohabitación es "el nuevo matrimonio", están ignorando los hechos.
La cohabitación es una condición transitoria. En los cinco años posteriores al nacimiento de un bebé, el 52% de estas parejas se ha separado, comparado con el 8% de las parejas casadas. Se estima que uno de cada cuatro niños británicos está viviendo en familia monoparental, el doble que en países como Francia o Alemania. Es, por tanto, cada vez más urgente que se discuta el futuro de estos niños.
Por otra parte, la mortalidad infantil es sustancialmente mayor en niños de familias monoparentales o de parejas de hecho que entre los nacidos en el matrimonio. También tienen más posibilidades de nacer con bajo peso, sufrir problemas psicológicos y accidentes infantiles, e incluso mayor riesgo de abuso infantil.
Una serie de estudios realizados durante mucho tiempo, ha demostrado una conexión estable entre familias rotas y delincuencia, así como una mayor propensión al crimen juvenil entre niños nacidos de madres adolescentes y parejas separadas.
Según un informe de 1998 de la Fundación Joseph Rowntree, los niños de familias separadas demuestran un menor rendimiento académico, tienen mayor propensión a comportamientos problemáticos y depresión, comienzan su vida sexual a una edad más temprana y caen con mayor facilidad en el consumo de tabaco, drogas y alcohol.
El estudio también concluyó que la muerte de uno de los padres, a largo plazo, llega a causar menos daño en un niño que el divorcio o la separación de sus padres.
La Sociedad de la Infancia reveló el año pasado que los niños que viven en familias "reconstruidas" se escapan de casa tres veces más que los niños que viven con sus padres naturales; por su parte, los hijos de familias monoparentales lo hacen el doble de veces. Muchos de estos niños terminan en la calle. Y como cada vez son más los niños que no pueden crecer junto a sus dos padres, carecen de un modelo sobre el que construir sus propias vidas. De este modo, las niñas de familias rotas tienen el doble de posibilidades de convertirse en madres adolescentes, y en general, los hijos que han vivido la separación de sus padres son mucho más propensos a que sus propias relaciones de adulto terminen rompiéndose.
Los costes emocionales y de comportamiento que ocasiona en los niños la ruptura familiar, deberían ser razón suficiente para una nueva política familiar, y también, por qué no, las enormes implicaciones económicas.
Al mismo tiempo que la familia basada en el matrimonio sigue declinando, el presupuesto destinado a servicios sociales sigue aumentando. Los últimos datos muestran que el 73% de las familias monoparentales se sostiene públicamente, frente al 11% de parejas con niños. Así pues, en la medida en que las familias monoparentales aumenten, el deseo del gobierno de terminar con la pobreza infantil seguirá siendo un sueño. Además, mientras el Estado sigue apoyando económicamente las alternativas al matrimonio, aumentan las rupturas familiares y, por tanto, las demandas de beneficios estatales.
En conclusión, es urgentemente necesario un programa de reformas que restaure la estabilidad familiar. Se podría empezar educando a los niños sobre el valor del matrimonio y revalorizando la paternidad. Necesitamos cambiar la estructura de seguridad social que desincentiva el matrimonio y la paternidad responsable. El sistema fiscal debe reconocer el valor del matrimonio, siguiendo el ejemplo de Francia o Alemania, que combina un sistema de ayudas familiares con la reducción de impuestos para declaraciones conjuntas.
En América, ante la evidente relación entre familias rotas, ausencia de la figura paterna e índices de criminalidad, se ha producido un cambio de actitud que ha inspirado un apoyo de todos los partidos a las iniciativas a favor del matrimonio. Las estadísticas recientes muestran que estas medidas han comenzado a evitar el declive de la familia. Y sin embargo, en Gran Bretaña, parece existir un consenso de todos los partidos para silenciar la "palabra M".
Jill Kirby, Center for Policy Studies, autora del libro
"Broken Hearts: Family Decline and the Consequences for Society"
Fuente: The Telegraph, Reino Unido