En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: “Jamás se vio cosa igual en Israel”. Pero los fariseos decían: “Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios”. Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.
Comentario:
Jesús era infatigable en su misión. Recorría aldeas y pueblos, curaba enfermos, hacía milagros. Parecía que las manos no le alcanzaban, por eso al ver a la gente decía: parecen como ovejas sin pastor. Y se compadecía, y al mismo tiempo impulsaba a sus discípulos a que participen de su misión. Pero hoy es interesante escuchar la primera recomendación que les da. No les dice trabajen o vayan y prediquen. Si no les dice "recen". "Rueguen al Señor de la mies, que envíe más obreros a su mies". No nos olvidemos de rezar en primer lugar. Si no estamos en contacto con Dios no podemos hacer nada. Nuestras obras están vacías. En primer lugar rezar siempre.
Y en segundo lugar, pedir por las vocaciones. Qué importante era esto para Jesús, Él se lo tomaba muy en serio. ¡También hagámoslo nosotros! Recemos todos los días por las vocaciones, porque Dios sigue llamando. Qué difícil se ha hecho escuchar hoy en día. Muchos dicen que estamos atravesando una crisis de vocaciones. Pero en realidad no es así, porque el que llama es Dios y Él no entra en crisis. Hoy hay crisis de respuestas. Porque muchas veces no escuchamos el llamado de Dios, porque ni siquiera nos hacemos la pregunta: ¿cuál es mi vocación Señor? ¿Cuál es el Plan de amor que has pensado para mí? Y si llegamos a escuchar, a veces, qué difícil es darle ese sí generoso a Dios. Recemos por las vocaciones, y en primer lugar, recemos por nuestra propia vocación, para que escuchemos el llamado de Dios y le demos una respuesta generosa.
P. Juan José Paniagua