En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. “Habéis oído que se dijo a los antepasados: “No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal”. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la Gehenna de fuego. “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo”.
Comentario:
Hoy Jesús, como buen maestro que es, va a sentarse con sus discípulos y les va a ir explicando con mucha paciencia, cómo es el camino que tienen que seguir, va a seguir delineando el sendero de la vida cristiana. Les va a explicar el camino de los mandamientos, que ya no se van a quedar simplemente en no hacer el mal, los mandamientos ya no son meras prohibiciones, ahora Jesús quiere mostrarles su dimensión más importante: consisten en hacer el bien, y se resumen en el mandamiento del amor. Él mismo lo dice, no ha venido a abolirlos, sino a traerlos a su plenitud, es decir, ir hasta su verdad más profunda. Y nos dirá: has oído que se dijo, no matarás. Bueno, ¡eso ya no basta! Ahora yo te digo, ¡reconcíliate con tu hermano! No es que Jesús haga más complicadas las cosas, sino que el quinto mandamiento queda transformado de no matar, al positivo: ama a tu prójimo, perdona. ¿No motiva más plantearlo así? ¿No despierta el deseo de decir, este camino vale la pena? El cristiano es el que hace el bien, no sólo el que evita el mal. Cuántas veces oímos que dicen: yo soy bueno porque no hago mal a nadie, no mato, no robo, no estafo. Limitarse a no hacer el mal solamente, está bien para los perezosos. Dios nos pide mucho más que eso. Nos pide que hagamos el bien, y en abundancia. Que dejemos una huella en este mundo. ¡Dios nos pide que seamos santos!
P. Juan José Paniagua