En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: “Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. “Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos”.
Comentario:
Probablemente más de una vez alguien se nos ha acercado y nos ha dicho, por favor, reza por mí, o por esta persona que está enferma, o que está en problemas. Y hacemos esto porque necesitamos la ayuda de Dios. Otras veces sin que nos lo pidan, rezamos por los demás, por los necesitados, por los seres queridos, por los amigos. Esto expresa una dimensión muy hermosa de la vida cristiana, que mostramos nuestro amor, nuestra caridad, nuestra unidad rezando los unos por los otros. En realidad lo que estamos haciendo es seguir el ejemplo de Jesús, que también hizo lo mismo. Y eso es lo que hemos oído en el Evangelio de hoy, que es la última parte de la oración sacerdotal de Jesús. El Señor sabiendo que ya está pronto para morir en la cruz, lo último que hace es rogarle, pedirle al Padre por sus amigos más íntimos, los más queridos: sus apóstoles. Realmente qué buen amigo era Jesús.
Y una de las cosas más importantes que pide es lo que hemos escuchado hoy: Padre, que sean uno, como nosotros somos uno. Y en realidad no era sólo para sus apóstoles, sino que también se extiende a nosotros, porque a continuación les dice: "no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí". ¿Quiénes son? Somos nosotros, los miembros de la Iglesia. Cristo está rezando por nosotros, para que seamos uno. Sólo en la medida que seamos uno, vamos a dar verdadero testimonio de Cristo. Qué importante es esto, que como cristianos busquemos siempre en todo lo que hacemos, la unidad, la reconciliación.
Que en nuestras familias, con nuestros amigos, con la gente que trabajamos siempre busquemos la unidad. Vivir peleados, con rencores, con disgustos, reclamos con otras personas, no nos deja vivir en paz. Porque al alejarnos de nuestros hermanos, no dejamos lugar para el amor de Dios y por tanto nos alejamos de Él. Y vivir lejos de Dios, es lo que no nos permite tener paz.
P. Juan José Paniagua