En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.
Comentario:
Una vez escuché que un amigo comentaba: ¿por qué siempre en las imágenes Jesús sale tan solemne, tan serio? ¿Por qué tan pocas veces se dibuja a un Cristo feliz, sonriente? Sería válido preguntarse: ¿era Jesús una persona alegre? Estoy seguro que sí, porque la alegría es expresión de la bondad. Un corazón bondadoso, irradia alegría. En las Escrituras hay momentos que nos hablan de la alegría de Jesús. Por ejemplo, cuando regresaron los apóstoles de predicar y dice que Jesús se alegró con ellos. O cuando dice que los niños se le acercaban. Sabemos que los niños no se acercan a una persona seria porque se asustan, en cambio sí a una persona alegre.
En el Evangelio de hoy Jesús nos da un testimonio más de su alegría. Hoy nos ha dicho: Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena. ¡Jesús quiere que nuestra alegría sea plena! Porque la vida del cristiano no es solamente renuncias y penitencias y sufrimientos, ¡es sobre todo alegría! Un cristiano que no vive la alegría es porque algo no está caminando bien. Jesús nos va a dar la clave fundamental el día de hoy de cómo alcanzarla. ¿Quieres ser alegre? Dos consejos: permanece en el amor de Dios y sigue sus mandamientos. Porque la verdadera alegría brota de estar junto a Jesús, de seguirlo de cerca, de seguir su camino, sus mandatos, que no son una imposición, sino son camino de libertad. Es una alegría que ni siquiera los momentos de dolor y de dificultad la destruyen, sino que la transforman, la transforman en esperanza. Nos busquemos la felicidad en otros lugares donde no está. Sólo en el corazón amoroso de Jesús y por consecuencia en el camino que nos muestra, podremos encontrarla.
P. Juan José Paniagua