En aquel tiempo, las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Dios os guarde!”. Y ellas se acercaron a Él, y abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: “No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: “Decid: “Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos”. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones”. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy.
Comentario:
Estamos en la primera semana de Pascua y empezamos a escuchar los primeros testimonios de la Resurrección de Jesús. Y vemos a dos grupos de personas que se encuentran con la sorpresa del sepulcro vacío y que corren a anunciarlo, pero lo hacen de manera distinta. Unas son las mujeres y otros los guardias. En los dos grupos hay temor, pero es un temor distinto. Las mujeres sienten el temor del asombro, de lo tremendo, de encontrarse frente al misterio de Dios, de algo que las supera. Pero es un misterio que ellas anhelan, desean a Dios y lo aman. Es un miedo que no acobarda, sino que invita a la grandeza, a cambiar, a acercarnos a Dios. Por eso las mujeres van aprisa, corriendo, no podían contener esta buena noticia y la anuncian a los demás.
Y por otro lado están los guardias. Tenían miedo también. Pero un miedo distinto. Primero porque sabían que habían fallado en su misión. Miedo al castigo. Este es el miedo que quita la esperanza, que entristece, que acobarda, que nos mete en nosotros mismos y nos hace egoístas. Que nos quita los ideales. Es el miedo de quien no tiene fe. Es el miedo que hace que nos vendamos al mejor postor, al que nos ofrezca cualquier seguridad que parezca inmediata. Como estos guardias, que por una suma de dinero se dejaron comprar. Eso es lo que quiere hacer el mundo con nosotros. Que tengamos miedo de anunciar a Jesús, que tengamos miedo de testimoniarlo. Nos quieren comprar muy barato. Que nos metamos en nosotros mismos. Y a cambio el mundo nos quiere comprar con sus ofertas, ofreciéndonos una vida cómoda y tranquila, donde no tengas que arriesgarte a amar de verdad. Vivamos con gozo estos días. Puede ser que las dificultades de la vida nos causen cierto miedo. Pero no nos dejemos vencer. Llenos de Jesús tengamos el coraje de salir y dar testimonio, el Señor Jesús ha resucitado.