Lunes 03 de Abril de 2017

En aquel tiempo, Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?». Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

Comentario:

La oscuridad es algo a lo que los humanos muchas veces le tememos, porque no sabemos qué peligro podría estar acechando. La oscuridad nos habla de ausencia, vacío. Allí donde no hay luz, ya hay oscuridad. Hoy el Señor Jesús nos dice: Yo soy la luz del mundo. Él es luz porque con Él vemos con más claridad, sabemos dónde pisar. Cuando estamos unidos a Jesús se nos ilumina la mente para saber discernir, se nos abre el corazón para poder amar, se aclaran los caminos para saber por dónde caminar. Por eso basta que nos empecemos a alejar de Dios, para que empecemos a estar en la oscuridad. No es necesario haber cometido grandes maldades o pecados. No existe un terreno neutral donde uno pueda estar lejos de Dios y al mismo tiempo lejos del mal. El que no es de la luz, ya está en la oscuridad.

Es en las tinieblas donde actúa el Maligno, el Padre de la Mentira. Ahí donde no vemos con claridad es donde somos engañados, nuestra mente se nubla para discernir bien, nuestro corazón se cierra, nuestros pasos empiezan a tropezar. "El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida", dice el Señor. Acerquémonos a Jesús para que su luz también pueda brillar en nosotros, y podamos compartir esa luz con todos nuestros hermanos.

P. Juan José Paniagua