En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. »En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».
Comentario:
Hoy nos dice el Señor que "el Padre ha confiado al Hijo el juicio de todos". Este Dios misericordioso hasta las entrañas, que nos ama con amor de Padre y con amor de Madre, que ha venido a salvarnos, es quien nos juzgará. Quizá las palabras de San Pablo hacen eco de esta realidad: "¿Quién será el que condene? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió, más aún el que resucitó y que intercede por nosotros?". ¿Él nos va a condenar?
Este es un juicio muy peculiar y distinto a los que estamos acostumbrados en la vida. ¿Cuándo se ha visto que el juez sea al mismo tiempo el amigo, el hermano, el que quiere salvarte? Ése es Jesús, que luego de haberse sacrificado, ahora está sentado a la derecha del Padre, junto a Él, intercediendo, pidiendo constantemente por nosotros. Esta es nuestra paz, es nuestra gran esperanza. No que todos nos vayamos a salvar, pero sí que Dios está de nuestro lado, ¿a quién le podremos temer? Porque Dios ya lo ha hecho todo para que nos salvemos, lo único que no ha hecho y tampoco puede hacer, es obligarnos. La salvación Dios la regala, no la ganamos, ni la merecemos. Pero Dios no obliga, así que está en nuestra libertad el querer, el decirle ese sí generoso a Dios y a su Plan. Que nuestras buenas obras sean ese gran sí, con el que le digamos a Dios: sí quiero Señor acoger este don, este regalo que gratuitamente me traes, que es la salvación.
P Juan José Paniagua