Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
Comentario:
Hoy Jesús en el Evangelio, tiene palabras fuertes contra los fariseos. Y los criticaba no por las cosas que decían o porque sus intenciones fueran malas, sino porque eran unos incoherentes. Tanto así que Jesús dice: hagan y cumplan lo que dicen, pero no sigan su ejemplo, no hagan lo que ellos hacen.
Qué diferente es el caso de Jesús. Predicaba con sus palabras, pero sobre todo con su ejemplo. Jesús hablaba con su vida. Con sus gestos de amor, de misericordia, de compasión. Por eso la gente lo oía asombrada. Habla con autoridad decían. Porque no eran palabras vacías. Jesús hablaba con su vida entera. A veces nos pasa a nosotros al revés. Queremos hablar demasiado con las palabras, porque nuestra vida, muchas veces tiene poco que decir. Una vida cristiana que hay que anunciarla con muchas palabras es quizá porque en sí misma no tiene mucho que decir. Es una vida muda, pobre. Por eso decía el Papa Francisco, hay que anunciar a Jesús en todo momento, incluso, si fuera necesario, hasta con las palabras. Esto no quiere decir que no anunciemos de palabra, todo lo contrario, hagámoslo. Pero lo que quiere decir sobre todo, es anunciemos con nuestra vida, con nuestra coherencia, con nuestras obras de amor, de misericordia, de caridad con el prójimo. Ese es el anuncio más fuerte que podemos hacer.
P. Juan José Paniagua