Jesús dijo a sus discípulos: "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Comentario:
Estamos comenzando la cuaresma y el Señor nos empieza a mostrar el camino que tenemos que recorrer. Ayer nos habló del ayuno, la oración y la limosna. Hoy nos habla con mucha claridad de la cruz. Porque en estos días tenemos que cargarla con generosidad, aprendiendo a dejar de lado todo aquello que nos aleje de Dios.
En este tiempo estamos invitados a que la cruz adquiera en nuestras vidas la forma de renuncia. La cuaresma es un buen momento para renunciar a algo, pero no porque me guste sufrir o privarme de cosas, sino porque quiero aprender a amar más. El que no renuncia, qué difícil se le hace aprender a donarse. Qué difícil también se le hace aprender a obedecer a Dios, porque va a estar acostumbrado a obedecer sólo la ley de su gusto y capricho.
La cruz es renuncia, pero también es aprender a sobrellevar las dificultades y problemas de cada día. Porque la vida misma porta sacrificios. Problemas que tengo, quizá estoy pasando por momentos difícil, algo que me angustia mucho, alguien que me agota la paciencia, alguien a quien quiero mucho y está sufriendo. Es tiempo también de preguntarme, ¿cómo estoy cargando mi cruz? ¿Cómo la vas a cargar en esta cuaresma? ¿Con mayor esperanza?
Carguémosla con Jesús. Que el Señor sea nuestro compañero en este tiempo. Si no elegimos al Señor con generosidad, vamos a ser como un árbol plantado en medio del desierto, que piensa que por sus propias fuerzas puede conseguirlo todo, pero se termina secando, se marchita. Pero si elegimos al Señor, seremos como dice el salmo, como ese árbol plantado junto a corrientes de agua, que no se marchita, porque sus raíces se nutren de la fuente de la vida. En esta cuaresma plantemos nuestra vida junto al Señor, bebamos del encuentro con Él.
P. Juan José Paniagua