Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. Él tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: "¿Ves algo?". El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: "Veo hombres, como si fueran árboles que caminan". Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo".
Comentario:
Ayer escuchábamos en el Evangelio que Jesús llama la atención a sus apóstoles mientras estaban en la barca. ¿Cómo así tienen ojos y no ven? les dice de manera figurada. ¿Cómo así tienen oídos y no oyen? Y hoy, desembarcando, se topan con un ciego de verdad, que lo es físicamente. No podía ver con los ojos del cuerpo. Y el Señor va a mostrar cómo es su pedagogía para curar a los que necesitan de Él. Y nos va a mostrar 2 cosas esenciales: que la conversión es un proceso gradual y que se da con la ayuda de Jesús, nunca por nuestras solas fuerzas.
No perdamos la paciencia nunca con nosotros mismos en nuestro proceso de conversión. Los cambios no son de la noche a la mañana, se necesita tener valor y mucha paciencia. Y no estar buscando tampoco de manera absurda el perfeccionismo, que eso nunca se va a dar. El Señor le impuso las manos 2 veces. Y al principio no veía bien, veía a los hombres como árboles. Pero con mucha paciencia lo sigue guiando, lo sigue curando, porque sabe que es un proceso.
Y aquí viene el segundo elemento importante. Dice el Evangelio que Jesús tomó al ciego de la mano y lo sacó de la aldea. Es un detalle muy hermoso. Dejarse guiar de la mano por Jesús. Tener la humildad de dejarse tomar de la mano, aceptar que no lo controlamos todo y dejarse guiar por el Señor. Pongamos nuestra confianza en la fuerza de sus sacramentos, en la oración, también en las personas que Dios nos pone para guiarnos en este camino. No seamos autosuficientes. Cuando uno es ciego y quiere llegar a la meta por sus solas fuerzas, no lo va a lograr, se va a estrellar.
Y quiero arriesgarme a darles un signo muy importante en la conversión de cada uno, que es signo claro que avanzamos por buen camino. Y es cuando dejamos de ver a las personas como árboles y empezamos a verlas como lo que realmente son: hijos de Dios. Creo cuando va creciendo en nuestro interior la caridad fraterna, la caridad con el hermano, es un signo muy claro que estamos dejando a Dios obrar en nuestras vidas. No nos olvidemos que el amor a Dios se muestra en nuestro amor al prójimo. Aprendamos a ver así a los demás. Y tampoco estemos esperando en los demás cambios inmediatos. Seamos pacientes, el Señor lo es con nosotros. ¿No será también una invitación para que lo seamos con los demás?
P. Juan José Paniagua