En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos”. Los discípulos le preguntaron: “¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?”.
Él les dijo: “¿Cuántos panes tienen ustedes?”. Ellos respondieron: “Siete”. Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas.
Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
Comentario:
Vemos en este pasaje como Jesús estaba enseñando, era una multitud que seguía al señor porque el ser humanos está hambriento de Dios. La gente buscaba a Cristo y el Señor al ver a su rebaño, como buen pastor, los alimenta. Esa es la misión de Cristo y esa es también la misión que le ha encomendado a su iglesia; alimentar al rebaño, alimentar a los hijos de la iglesia.
Y que es lo que hace el Señor Jesús: en primer lugar, los alimenta con la palabra; y en segundo lugar, los alimenta con el pan y con los peces. Esa es también la misión de la Iglesia, la misión que tiene que continuar del mismo Señor Jesús: enseñar la palabra de Dios y alimentar con el pan de la Eucaristía con la gracia de los Sacramentos. Porque hoy también el mundo está hambriento de Dios y el Señor Jesús necesita de todos nosotros, necesita de su Iglesia para que colaboremos con Él en esta misión de alimentar a todos los que están hambrientos de Dios.
Es por esto que el señor Jesús, en el evangelio, le dice a sus discípulos denle ustedes de comer; es lo mismo que nos dice a nosotros el día de hoy, que nosotros también demos de comer de lo que tenemos. Por eso deberíamos preguntarnos ¿estoy llevando la palaba de dios a los que no la conocen, a los que tienen hambre y sed de ella; a los que necesitan poder verse iluminados por la palabra de cristo? ¿También yo me estoy alimentando del pan de la Eucaristía? ¿Comparto esta bendición con los demás? ¿Puedo llevar a Cristo a los que más tienen hambre y necesidad de Él?
Esta es la invitación que el señor nos hace, que seamos generosos, que compartamos el tesoro inmenso que hemos recibido.
P. Juan José Paniagua