Bienaventurado significa feliz, afortunado, dichoso. Y lo increíble es que estos consejos no los da simplemente un gurú o un experto en el tema, sino que provienen del mismo Dios, de Jesucristo hecho hombre. Así que hay que prestarle mucha atención, porque la felicidad es lo que más buscamos en esta vida.
Pero nos topamos con algo desconcertante. A primera vista este camino para ser felices no suena muy convincente: felices los pobres, los que sufren, los que lloran, los que tienen hambre, los perseguidos. ¿Así quién se anima a ser feliz?
Pero en todas estas descripciones vemos algo en común, describen a una persona que está necesitada, que no lo tiene todo: y es que para ser felices hay que estar necesitados, necesitados de Dios. Porque el que se considera satisfecho por la vida, que lo tiene todo, simplemente ya no le deja cabida al Señor, Dios va a ser algo secundario. El feliz es, paradójicamente, el que no lo tiene todo y por tanto está hambriento de Dios y pone su confianza en Él y lo busca con todo su corazón.