Es cada vez más normal que cuando uno se compra un carro primero lo asegura, y compramos muchos tipos de seguros, seguro contra incendios; seguro contra accidentes; seguro de salud, y en realidad nos aseguramos de muchos eventos que ni siquiera sabemos si vayan a ocurrir, muchos de ellos nunca llegan a suceder. Sin embargo, hay un acontecimiento que si sabemos con certeza que va a ocurrir de todas maneras, un día tu y yo nos vamos a morir ¿Ya te has asegurado para la vida eterna? Creo que va a ser interesante escuchar a Jesús en el Evangelio del día de hoy.
Y es que la vida es así, es sumamente incierta, no sabemos que es lo que va a ocurrir mañana, en realidad solo tenemos una gran certeza en esta vida: que un día nos vamos a morir, de esa hasta ahora nadie se ha salvado, y al mismo tiempo tenemos una gran incertidumbre: que no sabemos en qué momento nos llegara ese día. Es por eso que el Señor nos ha dicho en el Evangelio de hoy que tenemos que estar preparados, tenemos que estar listos porque no sabemos cuándo va a regresar el Señor, no sabemos cuándo Dios nos va a llamar a su presencia.
Y Jesús en este Evangelio va a usar unas cuantas figuras que nos van a ayudar a entender un poco mejor esto. Y nos va a decir en primer lugar que tenemos que andar con la cintura ceñida, en la época del Señor las personas se vestían con unas túnicas largas que si no las tenían ajustadas a su cuerpo con un cinturón se volvían incómodas para caminar, es más uno se podía tropezar con ellas, es por eso que el Señor nos dice vengan con las cinturas ajustadas, que no haya nada que se convierta en un tropiezo, que nada estorbe nuestra caminar para encontrarnos con Dios, quitemos todo obstáculo que nos lleva a no estar preparados para el momento que Dios nos llame a su presencia.
Y también nos dice el Señor que ese día hay que llegar con nuestras lámparas encendidas con aceite en la alcuza, ese aceite que son nuestras obras de amor, que son nuestras obras de caridad que permita que nuestra lámpara este encendida, que esa lámpara no se nos vaya a apagar, que el aceite de nuestras buenas obras no se nos vaya a terminar, que el día que Dios nos llame a su presencia no lleguemos con nuestra lámpara apagada, que no le digamos Señor: “disculpa sabes que se me acabó el aceite, se me acabaron las obras de amor porque estuve muy centrado en mí mismo y no viví el amor hacia el prójimo”.
Y es por eso que Jesús nos invita a estar siempre despiertos, alertas, vigilantes, a no dormirnos, porque este mundo nos invita justamente a eso a acomodarnos, a dejar las armas en el suelo, olvidarnos que la vida es un combate continuo.
Y como les conté la semana pasada estuve en la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa Francisco en Cracovia. Y el Papa nos hablo muy directo acerca de esto y nos dijo como muchas veces tendemos a identificar la felicidad con la comodidad, como si ser felices significara simplemente tener una vida cómoda y placentera, pareciera como si pretendiéramos que nuestra vida se pareciera a estar recostados en un sofá cómodo, de esos modernos que hasta te hacen ahora masajes en la espalda, un sofá a prueba de dolores, a prueba de sacrificios, a prueba de dificultades, un sofá tan cómodo que nos empieza a volver egoístas, que hace que ya no queramos salir de nosotros mismos, que prefiramos mantenernos encerrados en la comodidad de nuestra casa y nos empieza a volver indiferentes frente a las dificultades y a las necesidades de los demás.
¿Lo que anhelas es simplemente llevar una vida cómoda o lo que de verdad anhelas es la vida eterna?
Si lo que quieres es la vida eterna, no te olvides de tu seguro de vida. Que tu seguro sea tus obras de caridad y de misericordia. Que el día que estés cara a cara frente a Dios puedas decirle: “Señor preferí una vida de servicio a los demás a una vida egoísta donde solo buscaba mi propia comodidad y placer, y mira Señor creo que valió la pena, ahora estoy frente a ti con mi lámpara encendida llena de aceite, de ese aceite de mis obras buenas, de obras de caridad y de misericordia con el prójimo”. Ese día vas a poder decir: “oye, sabes que todo esto valió la pena, gracias Señor alcance esa dicha que tú me prometiste de siempre”.
Queridos amigos soy el Padre Juan José Paniagua, que Dios los bendiga y no vemos la próxima semana.