Las numerosas «vidas» de santa Brígida escritas por sus compatriotas en los cuatro primeros siglos después de su muerte, no ofrecen material para una relación completa de su vida. Sin embargo, no cabe duda de que hay que contarla entre los santos más grandes y venerados, cuya virtud ha dado gloria a Irlanda y ayudado, al menos indirectamente, a la cristianización de Europa.