Desde el siglo XVI, existen documentos en donde se sabe de la vida y fama de santidad de Juan Diego, uno de los más importantes fue, sin lugar a dudas, las llamadas Informaciones Jurídicas de 1666, importante Proceso Canónico, aprobado después por la Santa Sede y constituido como Proceso Apostólico, cuando se pidió la aprobación para celebrar la Fiesta de la Virgen de Guadalupe los días 12 de Diciembre. Estas Informaciones están constituidas por testimonios de ancianos vecinos de Cuauhtitlán (alguno de ellos de más de cien años de edad); quienes testificaron y confirmaron la vida ejemplar de Juan Diego.
Gracias a muchas personas que lo conocieron, sabemos cómo era el joven modélico. Uno de estos testigos, Marcos Pacheco, sintetizó la personalidad y la fama de santidad de Juan Diego: "Era un indio que vivía honesta y recogidamente y que era muy buen cristiano y temeroso de Dios y de su conciencia, de muy buenas costumbres y modo de proceder"; en tanta manera que, en muchas ocasiones, le decía a este testigo su Tía: "Dios os haga como Juan Diego y su Tío", porque los tenía por muy buenos indios y muy buenos cristianos"; otro testimonio es el de Andrés Juan quien decía que Juan Diego era un "Varón Santo"; en estos conceptos concuerdan, unánimes, los otros testigos en estas Informaciones Jurídicas, como por ejemplo: Gabriel Xuárez, doña Juana de la Concepción, don Pablo Xuárez, don Martín de San Luis, don Juan Xuárez, Catarina Mónica, etc.
Juan Diego, efectivamente, era para el pueblo "un indio bueno y cristiano", o un "varón santo"; ya sólo estos títulos bastarían para entender la fortaleza de su fama; pues los indios eran muy exigentes para atribuir a alguno de ellos el apelativo de "buen indio" y mucho menos atribuir que era tan "bueno" que llegaba a considerarse ya "santo" como para pedirle a Dios que a sus propios hijos o familiares los hiciera igual de buenos y santos como a Juan Diego.