Bonifacio LLamera O.P.
Transcrito por José Gálvez Kruger para ACI Prensa
San José fue padre verdaderamente de Cristo por su corazón, ya que, según el principio de San Anselmo, “no es más vehemente, en el amor, la naturaleza que la gracia”; al contrario, la gracia, mucho más poderosa que la naturaleza, encendió en su alma un amor ardentísimo hacia el Hijo de su esposa no menos que si fuera su propio hijo por naturaleza, sino incomparablemente mayor en intensidad y pureza.
La voluntad de Dios, infinitamente más eficaz que la naturaleza, puso en el pecho del santo Patriarca un corazón paternal, concediéndole de un modo más excelente cuantos sentimientos paternales puede tener un padre con su hijo y hasta “una chispa de amor infinito” que el Padre posee a su Hijo unigénito, como dice Bossuet. “Quizá preguntéis – dice – dónde tomará él (San José) ese corazón paternal, si la naturaleza no se lo da. ¿Acaso estas inclinaciones naturales pueden ser adquiridas por libre elección, y el arte de imitar lo que la naturaleza escribe en los corazones? So San José no es padre, ¿cómo tendrá amor paternal? Es aquí donde debemos comprender que el poder divino actúa en nuestra obra. Por un efecto de tan excelso poder, san José tiene corazón de padre; y si la naturaleza no se lo ofrece, Dios colocará en él uno por su propia mano… el verdadero padre de Jesucristo, Dios, que le engendra desde la eternidad, habiendo escogido al divino José para servir de padre en el tiempo a su Hijo único, ha hecho, de alguna manera, colocar en su seno un rayo, una chispa del amor infinito que posee a su Hijo. Es la causa de que cambie su corazón, es lo que le da amor de padre; y como es cierto que el justo José tiene en sí mismo un corazón paternal formado instantáneamente por la mano de Dios, siente también que Dios le ordena emplear una autoridad de padre ”.
Es el primordial motivo que León XIII presenta al santo Patriarca, suplicándole su protección universal: “Te suplicamos por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús…”
Es evidente que Dios puso en San José un corazón verdaderamente paternal, de forma que sintiera por su Hijo el mismo amor que experimentan en su pecho quienes son padre por naturaleza. No diré sólo por naturaleza, sino algo mucho más perfecto, como podemos deducir del principio antes enunciado. No sólo debemos llamarle padre, diremos con San Bernardino una vez más, sino “creer que existieron en él todos los sentimientos paternales de amor y dolor para con su amado Jesús”
San José tuvo un amor por Jesús ardentísimo: “No amó a Jesús, su hijo adoptivo, menos que lo hubiera amado si fuera hijo natural; lo amó más, porque la gracia es más vehemente que la naturaleza. ¡Cuántas veces tomó al Niño sobre sus piernas, le llevó en sus brazos; cuántas veces le besó y estrechó dulcemente contra su pecho…!
Bien escribe Fáber: “Amaba a Jesús con un amor tan grande, que, repartido entro todos los padres del mundo, a todos haría felices en grado que ellos mismos no podrían creer. Este amor excede en grandeza y santidad a todo lo que ha existido de amor paterno; era tan grandiosa, amplia y variada, que todas las paternidades de la tierra podrían participar de la suya sin agotarla”.
Su solicitud paterna es proporcional al amor. ¿Quién podrá describir la solicitud de José para con Jesús y María? Bástenos recordar sus cuidados y desvelos viéndole caminar a Belén, huir a Egipto y vivir silencioso y diligente en Nazaret. Sobre tantas virtudes como el Santo practicó en su vida oculta se ha escrito muchas páginas de vida y de belleza.
Ciertamente este sentimiento paternal responde a un género de paternidad especialísima y admirable, firmemente fundamentada en el vínculo sagrado del contrato matrimonial con María, la Madre de Jesús, y animada por la gracia divina, la cual hizo brotar en su corazón los mayores afectos de ternura paternal y la más generosa entrega en cuerpo y alma durante toda su vida al servicio de Jesucristo, el hijo de María, su esposa, y el Redentor de todo el género humano.