Bonifacio Llamaera O.P.
Transcrito por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
No consta históricamente ni el momento ni las circunstancias de su muerte, pues la Escritura lo calla y falta una tradición cierta sobre el suceso. Verdad es que los apócrifos lo calla y falta una tradición cierta sobre el suceso. Verdad es que los apócrifos la describen, pero de ellos nada cierto puede decirse. Por eso dice Cartagena: “Del tiempo que José vició con nosotros y de la duración de su vida nada nos consta ni por evangelio o concilio, ni por decreto de la Iglesia o tradición, ni por el consentimiento unánime de los Santos Padres; expondremos las diversas sentencias tenidas por los Doctores, y elegiremos aquella que nos parezca más razonable y prudente y conforme al Evangelio.
Las principales opiniones que enumera son las siguientes:
1) San Epifanio piensa que José abandonó esta vida poco después haber cumplido Cristo los doce años.
2) Otros afirman que José murió en el tiempo de la predicación del Salvador y que siguió a Cristo como uno de sus discípulos.
3) Otros, en cambio, opinan que sobrevivió a la pasión de Cristo y que con ecuanimidad de ánimo sufrió el ser pospuesto a San Juan cuando a éste le encomendó Cristo en la cruz el cuidado de su Madre.
4) Y, por fin, algunos enseñan más acertadamente que el santo Patriarca se durmió en el Señor antes de empezar Cristo su ministerio público, poco antes o después del bautismo; con toda certeza antes de las bodas de Caná, y por consiguiente, antes de la Pasión del Señor.
Por el Evangelio de San Lucas (2, 40-52) se sabe cierto que José vivió hasta el año doce de Cristo, en el cual según refiere el evangelista, perdió al Niño y después de tres días le encontró en el templo sentado entre los doctores de la Ley.
Por otra parte, sabemos, como bien advierte Billot, que la misión de San José consistió en ser como un velo que ocultase con decoro a Cristo, “y que porque sólo durante un cierto tiempo convenía que Cristo estuviese oculto, por eso antes de que la palabra de Dios descendiese sobre Juan hijo de Zacarías, en el desierto, fue llevado de entre los vivos, para que, oportunamente descubierto el velo, poco a poco se acostumbrasen los hombres a pensar que Cristo no tuvo padre según la carne” .
Esta sentencia, aunque no se lea expresamente en el texto sagrado, se colige, sin embargo, indirectamente del mismo Evangelio; pues, en primer lugar, cuando Cristo con su Madre y sus discípulos, fue invitado a las bodas de Caná, ninguna mención se hace de José; lo que no creemos hubiese sucedido si nuestro Santo aún viviese en la tierra; segundo: ese mismo silencio se encuentra en todo el decurso d ela predicación de Jesucristo; tercero: se ha de tener en cuenta, sobre todo, que predicando Cristo una vez es avisado: “Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte” (Mt. 12, 47), sin que se haga mención alguna se San José; cuarto: sin duda alguna murió antes de la pasión del Señor, pues de lo contrario se hubiese encontrado al pie de la Cruz y no hubiese sido encomendada la Virgen a ningún otro, con exclusión de su legítimo esposo, tan querido de Dios, a no ser que le finjamos anciano decrépito, inútil para todo ministerio y cuidado…, sin que se encuentre fundamento alguno para probarlo, como observan razonablemente San Bernardino de Sena, Cartagena y casi todos los autores.
En la muerte de San José hay dos circunstancias muy dignas de notarse. La primera es recogida así por San Bernardino: Piadosamente ha de creerse, por tanto, que en su muerte tuvo presentes a Jesucristo y a la Santísima Virgen, su esposa. Cuántas exhortaciones, consuelos, promesas, iluminaciones, inflamaciones y revelaciones de los bienes eternos recibiría en su tránsito de su Santísima Esposa y del dulcísimo Hijo de Dios, Jesús, lo dejó a la contemplación y consideración de la mente devota”.
La segunda consideración es que San José, como muriese antes de la Pasión de Cristo, debió descender al seno de Abrahán con los demás justos del Antiguo Testamento, pues – como dice Santo Tomás – la culpa estaba expiada en cuanto era mancha de la persona, quedaba, sin embargo, impedimento por parte de la naturaleza, por la cual aún no se había satisfecho plenamente”. Y también las almas de los santos no tuvieron después de la muerte no tuvieron todo el tiempo un mismo descanso. Porque después de la venida de Cristo tienen el descanso pleno, gozando de la visión divina. Más antes de la venida de Cristo, tenían ciertamente el descanso por la inmunidad de la pena, pero no tenían el descanso del deseo por la consecución del fin. Y por eso el estado de los santos antes de la venida de Cristo puede considerarse en cuanto tenía de descanso, y así se dice seno de Abrahán; o pueden también considerarse en lo que les faltaba de descanso, y así se dice limbo del infierno”.