Algunos meses más tarde, el 18 de marzo de 1537, se reunía el primer Capítulo general, y la Hermana Ángela, a pesar de todas sus instancias, fue elegida Superiora General de la Compañía. Continuó durante tres años instruyendo, guiando y, sobre todo, edificando a sus primeras hijas, cuyo número iba aumentando rápidamente.
Cayó enferma al principio de enero de 1540, y, habiendo reunido a sus hijas apenadas y entristecidas alrededor de su lecho, les dio sus últimas instrucciones. Luego recibió los santos sacramentos «con angélica devoción», cerró los ojos y entregó suavemente su alma a Dios, el 28 de enero de 1540, musitando sus labios el santo nombre de Jesús. Ángela iba a cumplir sesenta y siete años.
Su cuerpo fue llevado con gran pompa y solemnidad a la catedral de Santa Afra, donde estuvo expuesto durante un mes. Los prodigios se manifestaron muy pronto ante el sepulcro de la «virgen de Brescia», y la iglesia llegó a ser pronto un centro de peregrinaciones.
Clemente XIII aprobó, el 30 de abril de 1768, el culto que el pueblo daba espontáneamente a la sierva de Dios. En 1790, el papa Pío VI iba a proceder a su canonización, más la Revolución francesa se lo impidió, y Pío VII la canonizó el 24 de mayo de 1807.