Cuando se fundó en São Paulo Ia primera Academia de Letras, conocida entonces como Ia Academia de los Felices, Fray Galvão, por sus dotes literarios y de orador famoso, por su amor a la naturaleza y a las letras, notablemente a la poesía, fue invitado a participar de esta Academia. En la segunda sesión literaria, realizada en marzo de 1770, Fray Galvão declamó con éxito, en latín, dieciséis piezas de su autoría, todas dedicadas a Santa Ana, además de dos himnos, una oda, un ritmo y dos epigramas. Las composiciones están bien metrificadas según las reglas clásicas, e impregnadas de un profundo sentimiento religioso y patriótico.