La enfermedad seguía avanzando y necesitaban intensificar el suministro de morfina, pero Chiara Luce se rehusaba: “Me quita la lucidez y solo puedo ofrecer a Jesús el dolor”. En un momento particular donde sufría físicamente le confiaba a la mamá que su corazón le estaba cantando: “heme aquí, Jesús, también hoy ante ti”. Ya tenía claro que pronto podría encontrárselo y se preparaba.
Una mañana después de una difícil noche, le viene espontáneamente repetir en pequeños intervalos “ven señor Jesús”. Son las 11 cuando inesperadamente llega a buscarla un sacerdote del Movimiento de los Focolares. Chiara Luce era muy feliz: Desde que se despertó quería recibir Jesús Eucaristía. Se convierte en el alimento de su viaje.
Chiara Luce parte para el cielo el 7 de octubre de 1990.
Había pensado en todo: en las canciones para su funeral, las flores, en el peinado, el vestido, que había deseado blanco, de esposa, con una recomendación: “Mamá, mientras me preparas debes repetir siempre: ahora Chiara Luce ve a Jesús”.
El papá le había preguntado que si estaba dispuesta a donar las corneas, ella contestaba con una sonrisa luminosa.
Por último saludo a la mamá “Adiós, se feliz porque yo lo soy” y una sonrisa al papá.
El funeral que fue celebrado por el obispo Mons. Maritano. Estuvieron presentes cientos y cientos de jóvenes y tantos sacerdotes. Los integrantes de los grupos musicales “Gen Rosso” y “Gen Verde”, que seguían las canciones que ella había escogido. Un gran ramo de flores y un telegrama llega a los padres por parte de Chiara Lubich: “agradezco a Dios por este luminoso trabajo”.