La espiritualidad de Vicente posee la solidez del corazón que la vive sin reservas. Podemos ver la expresión de esta espiritualidad en una conferencia que da el 19 de septiembre de 1649 a las Hijas de la Caridad, donde concreta y analiza "los dos amores": el amor afectivo y el amor eficaz. El primero es "la ternura hacia las cosas que se ama", "la ternura del amor". Este amor, dirá más tarde, hace que uno se vuelva hacia Cristo "tierna y afectuosamente, como un niño que no puede separarse de su madre y grita "¡mamá!", cuando la ve alejarse" (notemos que Vicente habla aquí de Cristo como una madre).
Pero este amor efectivo es para él el más pequeño de los dos, es el amor de los comienzos; y compara los dos amores con dos hijos de un mismo padre; pero resulta que el amor efectivo "es el hijo pequeño al que el padre acaricia, con quien se entretiene jugando y cuyos balbuceos le encanta oír"; pero el amor eficaz, es mucho mayor; es un hombre de veinticinco o treinta años, dueño de su voluntad, que va adonde le place y regresa cuando quiere, pero que a pesar de ello, se ocupa de los asuntos familiares".
Vicente insiste mucho en este segundo amor y en el "quehacer" que conlleva: "Si hay alguna dificultad, es el hijo quien la soporta; si el padre es labrador, el hijo cuidará de que estén en orden las tierras y arrimará el hombro". En este segundo amor apenas se siente que se es amado y se ama: "Parece como si el padre no sintiera por el hijo ninguna ternura y no le amará". Sin embargo -afirma Vicente-. a este hijo mayor el padre "le ama más que al pequeño". Y añade Vicente: "Hay entre vosotras algunas que no sienten a Dios en absoluto, que jamás le han sentido, que no saben lo que es sentir gusto en la oración, que no tienen la menor devoción, o al menos así lo creen... Hacen lo que hacen las demás, y lo hacen con un mayor que es tanto más fuerte cuanto menos lo sienten. Este es el amor eficaz que no deja de actuar, aun cuando no se deje ver".
Vicente quiere que se pase al amor eficaz, porque teme la nostalgia propia de las resoluciones demasiado generales y de las efusiones afectivas; a propósito de las resoluciones, puestas incluso por escrito por una determinada dama, escribe a Luisa de Marillac que tales resoluciones le parecen "buenas", pero que le "parecerían aún mejores si (la tal dama) descendiera un poco más a lo concreto", porque lo importante para él son los actos, mientras que "lo demás no es sino producto del espíritu, que habiendo hallado cierta facilidad y hasta cierta dulzura en la consideración de una virtud, se deleita con el pensamiento de ser virtuosos"; es preciso, pues, llegar a los "actos" porque, de lo contrario, se queda uno en la "imaginación".
Para Vicente, la oración es lo primero; era muy práctico pero esa práctica se fundamentaba en una profunda intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida interior de oración.
Vicente encuentra en su camino a los jansenistas. Jansenio había comenzado a escribir su Augustinus en 1628; Roma lo condena en 1641; pero Vicente, antes incluso de esta condena, ya había tomado postura contra el jansenismo.
En lugar de ponerse en tensión y tratar de que Dios se adapte a unos determinados moldes para el alma, Vicente, en oposición a los jansenistas, no dejará de proponer abandonarse tranquilamente a Dios. La gracia tiene sus momentos. Abandonémonos a la Providencia de Dios y guardémonos muy mucho de anticiparnos a ella.
Vicente era enemigo de la actividad compulsiva. Si dio mucho fruto es porque utilizaba muy bien el tiempo guiado y movidas sus velas por la fuerza del Espíritu Santo. A partir de 1645 dicta o redacta personalmente unas diez cartas por día -tiene dos secretarios-, sigue de cerca la actividad de todas las casas de caridad y de todos los sacerdotes de la Misión; afluyen las vocaciones y se abren nuevas casas en Génova, Turín y Roma. En 1646 se funda una casa en Argel (donde estallará la peste en 1647) y se pide a la congregación que acuda a Marruecos; aquel mismo año se envían sacerdotes a Irlanda y Escocia. En 1648 va un grupo de misioneros a Madagascar. En 1651 parte un grupo para Polonia. En 1660, justamente antes de su muerte, Vicente concibe un proyecto de misiones en América y en China.
Entre 1650 y 1660 son particularmente tres regiones de Francia las que perciben mayor ayuda: la Ile-de-France, la Champagne y la Picardie cuyas provincias han sido saqueadas y devastadas por los soldados. A partir de 1652, las consecuencias de la guerra afectan a todas las familias de Francia. Pero Vicente prosigue su actividad sin descanso, entregando siempre toda su persona. Lo único que exigía a los suyos era bondad, constancia y dulzura.