Estas son las partes principales del diálogo que el P. Samir sostuvo con laAgencia Fides
¿Qué dificultades tienen y que discriminaciones sufren los cristianos en países musulmanes?
Parto de mi experiencia egipcia y libanesa, donde vivo. La primera dificultad es que el Islam es a la vez política y religión, sin posibilidad de separación. Esto lleva consiguientemente a la idea de un Estado islámico, a que en todos los particulares se aplique la sharia islámica, la ley civil inspirada por el Corán, en los dichos y hechos del Profeta y de la tradición musulmana de los primeros cuatro siglos: esto constituye una gran dificultad en afrontar la modernidad. La referencia a tal pasado es, en efecto, difícil: otra cultura, otro contexto, en el que el pluralismo no era un principio, sino sólo un hecho esporádico.
La segunda dificultad es la omnipresencia del Islam en la vida. En Egipto, dondequiera vayas oyes la radio que predica y canta el Corán: en el autobús, en el taxi, en la calle: las noticias, los filmes de la TV son interrumpidos 5 veces al día para la oración. Los niños reciben la enseñanza coránica, aprenden el Libro de memoria (con la excusa de ser una buena base para la lengua). Por la mañana, tanto en las escuela como en el cuartel, se comienza con un encuentro de 10 minutos para un comentario islámico de la situación, o para narraciones de la historia islámica. Todas las materias de enseñanza hacen referencias al Islam. Algunos cursos históricos lo hacen de manera todavía más insistente.
El Islam influye también sobre las costumbres: si dos jóvenes caminan dignamente de la mano por la calle, sucede un accidente. Si un cristiano lleva la cruz al cuello, los fundamentalistas se la arrancan, con frecuencia con la fuerza.. Esto sucede menos ahora, pero sólo porque los cristianos se auto-censuran para prevenir enfrentamientos. En la universidad, casi sistemáticamente, los exámenes son en Pascua o en Navidad. Los cristianos pueden tomarse vacaciones esos días, pero, a causa de los exámenes, no pueden dejar la universidad.
Hay, pues, una omnipresencia del Islam, que es su característica y su fuerza. El Islam es din, wadunya, wa-dawla: religión, sociedad y política. Penetra incluso en las cosas mínimas. Bajo la influencia de la Arabia Saudí, que controla la distribución de las películas en el mundo árabe, el cine se hace cada vez más islámico. Los directores reciben reglas precisas: las mujeres deben estar veladas, en el film se debe escuchar varias veces la voz del muezín; los periódicos tienen siempre una o varias páginas dedicadas a la enseñanza islámica, etc. Toda esta situación hace difícil incluso la respiración para el cristiano.
La vinculación entre religión, sociedad, cultura, no es un mal de por sí.
No, pero este estilo de vida no deja espacio, es invasor. Y los musulmanes dicen: "¿Por qué os lamentáis? Nosotros somos la mayoría. En los países democráticos es la mayoría la que decide". Pero una cosa es la mayoría política y otra la religiosa. La política es contingente, puede cambiar con una elección, está ligada a las personas. Las religiones, sin embargo, son más permanentes: no se cambian fácilmente. Esto hace que este estilo de vida islámico sea opresivo. El problema es que este estilo opresor no está codificado por leyes. Y así, los occidentales dicen a los cristianos de Oriente: "¿Por qué os lamentáis? ¡No hay leyes opresivas!".
Otro hecho muy pesante, no escrito en las Constituciones, es ladiscriminación en el trabajo. Esto sucede ya desde hace decenios. Algunos sectores, como la ginecología, están prohibidos a los cristianos. Antiguamente, los ginecólogos eran casi todos doctores cristianos. Ahora, dado que los cristianos -con manos "impuras"- no pueden tocar a las mujeres, la casi total mayoría de ellos es musulmana. En el sector militar, un cristiano puede llegar sólo a un cierto grado. Si asciende demasiado, aunque tenga 40 años, se prefiere jubilarlo antes que ascenderle. Si busca trabajo, en base al nombre se descubre que uno es cristiano o musulmán y, entonces se dice a los cristianos: "Lo siento, no tenemos trabajo". Si llega un musulmán, se encuentra un puesto.
¿Y la libertad de convertirse de una religión a otra?
Este elemento es absoluto. Según la enseñanza tradicional islámica, la apostasía es condenada con la pena de muerte, con frecuencia conmutada en cárcel. También en países liberales, como el Líbano, es imposible abandonar el Islam. En el Líbano, si una mujer musulmana se casa con un cristiano, no puede abandonar el Islam. Si una mujer cristiana se casa con un musulmán, la ley coránica prevé que la mujer permanezca siendo cristiana. Pero, si lo hace, por ley no puede heredar. Los hijos, aunque estén bautizados, son oficialmente musulmanes.
El Islam parece, pues, una religión totalizante.
El Islam es una fuerza asimiladora en sentido único: se estimula el ingreso, pero se impide la salida. En Egipto, los cristianos -al menos el 10% de la población- para construir una iglesia deben pedir permiso directamente al Presidente de la República, además de otros permisos y condiciones, que se obtienen sólo con gran dificultad. Y pensar los cristianos no piden nada al Estado: ni ayudas económicas, ni terreno, etc. (a diferencia de lo que sucede en Europa con los musulmanes). Al final, gran parte de las iglesias que se han construido, se hicieron aprovechando apoyos, trucos legales, usando terrenos lejanos de la ciudad, etc.
¿Es Osama Bin Laden un verdadero representante del Islam?
El atacar ciegamente y a cualquier no es algo representativo del Islam, pero los principios recordados por Bin Laden crean un vastísimo eco en el mundo islámico. Recuerdan principios tradicionales del Islam, enseñados corrientemente. Hay que hacer notar, en efecto, que el terrorismo no es extraño al Islam, como con frecuencia se repite por "buenismo".
El terrorismo islámico, o mejor la violencia islámica, tiene su raíz en el Corán y en la Sunna, es decir, en la práctica del Profeta. Los textos coránicos favorables a la violencia son numerosísimos (yo he contado al menos 75). Los no violentos son muchos menos y pertenecen al período más antiguo. En el Islam rige el principio interpretativo por el que las últimas revelaciones borran las precedentes.
De tal modo, quien promueve un régimen islámico basado en el Corán y en la Sharia tiene las cartas en regla: la guerra, en casos definidos por el Corán, es una obligación de todo musulmán. Mahoma, en sus 10 últimos años de vida en Medina, llevó acabo al menos 19 guerras, una práctica habitual. Por eso, es falso decir que en el Corán no existe la guerra, sino sólo paz. Hay un principio de guerra, pero con reglas (como sucedía en el derecho romano): no en cualquier momento, no en ciertos períodos, no con algunas personas.Pero cuando hay que defender los derechos de Dios -oposición al Islam o el peligro de una rebelión- la guerra es una obligación.
Todo ésto hace la tradición islámica muy ambigua. Y tal ambigüedad va dicha y afrontada. Hay que afrontar también el problema de la incredulidad. El Corán admite un espacio para los no musulmanes (cristianos y hebreos), pero no para los incrédulos, ateos y animistas. En lugar de dialogar con claridad sobre éstos, se esconden. Algunos dicen: "El Islam es sólo violencia", y ésto no es verdad. Otros dicen: "Islam quiere decir sólo tolerancia y paz", pero también es falso.