Su doloroso encuentro con su santísima madre
1er Preludio. Figúrate, alma mía, ver la calle de la Amargura donde se agolpa la multitud, y donde María encuentra a su divino hijo.
2do Preludio: sagrados Corazones de Jesús y de María háganme la gracia de participar en su dolor y la de ser abrasado en su divino amor.
Consideración
¿Quién podrá expresar el acerbo dolor que experimentó el amante Corazón de Jesús al volverse a ver con su afligidísima Madre? ¿Qué sentiría aquel clementísimo Señor cuando alzando los ojos s encontraron con los de su santísima Madre que la miraban? Oye los tristes gemidos de la desconsolada Señora, y el grande amor que le tiene revive. Por decirlo así, en aquel momento. Su corazón queda tan traspasado con el dolor mortal que le ocasiona la vista lastimosa de su tierna Madre, y su afligida imagen s ele imprime con tal viveza que detiene algo sus pasos y le hace experimentar las angustias de la muerte. Pero lo que más agrava su tormento interior es saber que lo que seguirá paso a paso aun hasta el lugar del suplicio. Por eso, este doloroso encuentro, dejos de calmar el dolor de ambas víctimas, no sirvió sino para aumentarlo. María sufre al ver sufrir a Jesús; Jesús sufría al ver a María; de este modo, por una recíproca comunicación de dolor y de amor, estos dos corazones, unidos tan estrechamente, experimentaron de antemano los rigores de la crucifixión. Oh sufrimientos incomprensibles, de los cuales los corazones más afligidos apenas pueden formarse una ligera idea. Ah, y ¿seré insensible a tantos padecimientos, cuando es por mi amor que se cumplen estos dolorosos misterios? ¿No me compadeceré de un Salvador y de una Madre que han hecho tan grandes sacrificios por mi salvación? Sí, a ejemplo suyo, quiero seguir los pasos de mi Redentor, es preciso que me una a sus trabajos y reciba con paciencia y resignación las penas que se dignará enviarme. Dios no me prohíbe que sienta cuando pesa sobre mí su paternal severidad: lo único que desea es que mi voluntad esté siempre sometida a la suya y que permanezca constantemente fiel a su servicio, a pesar de la repugnancia que manifestará nuestra viciada naturaleza.
Coloquio: ¡Oh amantísimo Redentor mío! Si yo debiera caminar sin vos, por el áspero camino del Calvario, me amedrentaría mi debilidad y poco valor; sin Ti la Cruz es demasiado pesada; es un mal sin consolación y sin fruto mas, en tu compañía, ¡Oh amor de mi alma! No sólo se vuelve ligera y amable, sino que también encierra un tesoro infinito. Haz, Oh Dios que me sirva para unirme íntimamente a ti; entonces, como mi Madre Santísima, te seguiré con fidelidad, y uniéndome a tus dolores participaré ampliamente de los méritos de tu pasión.
Propósito: sufrir de buena gana todas las penas y aflicciones que sobrevengan en unión de Jesús y de María.
Ramillete espiritual: ¡Oh Jesús! ¡Por los acerbos dolores de tu herido Corazón, ten piedad de nosotros!
Transcrito por José Gálvez Krüger para ACI Prensa