ALBA: Del latín "alba", "blanca". Es el vestido que se considera básico de todos los ministros que se revisten para la celebración litúrgica, desde los acólitos hasta el presidente (Cf IGMR n.298).
Deriva de las túnicas antiguas, blancas, hasta los pies, que se perdieron en el uso civil, pero que se consideró que podían utilizarse simbólicamente en el culto, destacando con el vestido diferente de los ministros la diferencia entre la vida y la celebración.
El alba se utiliza con cíngulo a la cintura, a no ser que ya quede por sí bien adherida al cuerpo, y con ámito sobre el cuello, a no ser que ya lo haga el alba por su forma (Cf IGMR nn.81 y 298)
También tiene un sentido bautismal esta vestidura blanca. El domingo segundo de Pascua, o sea, en la octava de Pascua, se solía deponer el "alba", el vestido blanco que habían recibido los neófitos en su Bautismo una semana antes. Por eso este domingo se llamó "dominica post albas", y más tarde "dominica in albis".
ÁMITO: En latín "amictus", de "amicio, amicire", rodear, envolver. Se llama así a la pieza de lienzo blanco, rectangular, a modo de pañuelo de hombros, que visten los ministros de la liturgia debajo del alba. Se ata a la cintura con unas tiras o cintas cruzadas.
A veces tiene forma de capucha, adornada o no con cruces u otros motivos, que luego sobresale por encima de los otros vestidos (alba y casulla).
Puede tener la finalidad práctica de preservar del sudor al alba. Pero sobre todo se aprecia su valor estético: cubrir más elegantemente el cuello. Por eso se puede prescindir del ámito si ya el alba cuida de esta estética por su forma (Cf IGMR, n.81)
ALTAR: Es la mesa en que el Sacerdote consagra el pan y el vino
CANTOR: Uno de los ministerios que se realizan en favor de la comunidad celebrante es el del cantor. Ya desde los primeros siglos tuvo importancia sobre todo el salmista. También ahora ayuda a una celebración más expresiva y digna el que junto a los lectores y otros ministros hay también guías del canto y en particular cantores, que cantan -desde otro lugar distinto del ambón, excepto en el caso del salmo responsorial o del pregón pascual- las estrofas de los cantos, las del salmo responsorial o de la comunión, o las invocaciones del acto penitencial, del Agnus Dei o de las letanías de los Santos, las antífonas de la salmodia o los responsorios después de las lecturas.
CAPA PLUVIAL: La capa (del latín tardío "cappa", de "capere", coger, contener) es una ropa larga sin mangas, a modo de manteo o manto, circular, abierta, que se emplea sobre todo fuera de casa.
Los obispos pueden vestir la "capa magna" en las solemnidades en su diócesis. Pero la capa más empleada en liturgia es la capa pluvial (de lluvia), que diversos ministros (presbíteros, clérigos, monjes) visten, con capucha o sin ella, con un broche en la parte delantera. Lo hacen sobre todo en procesiones, dentro o fuera de iglesia, y en otras celebraciones como el Oficio Divino, la bendición con el Santísimo o la bendición de las campanas.
CASULLA: Del latín "casula", "casa pequeña" o tienda. Se dice de la vestidura que el sacerdote se reviste por encima del alba y la estola, a modo de capa o manto amplio, abierta por los lados y un hueco para la cabeza, a modo de poncho americano.
En la historia ha tenido formas nobles y amplias, derivadas del manto romano llamado "pénula". En una evolución no muy feliz se llegó a formas más decadentes, como la "casulla de guitarra" que todos hemos conocido y contra la que ya protestaba san Carlos Borromeo. La llamada "casulla gótica" no era tal, sino que intentaba recuperar precisamente la amplitud de la forma original romana.
La casulla es la que caracteriza al que preside la Eucaristía y las celebraciones unidas a ella (IGMR 299). En la ordenación del presbítero uno de los gestos complementarios es la vestición de la casulla. Los concelebrantes en principio son invitados también a revestirse de casulla, pero se permite que por motivos razonables puedan vestir sólo alba y estola (Cf IGMR 161).
CÍNGULO: La palabra latina "cingulum" viene de "cingere", ceñir. El cíngulo o ceñidor es un complemento necesario para ciertos vestidos amplios como la túnica o el alba, para ceñirlos mejor a la cintura y facilitar el movimiento.
A veces tiene forma de cordón y otras de cinta más o menos ancha. Los orientales usan la "zona", más adornada y colorista. Los ministros que usan alba y se ponen el cíngulo, a no ser que ya de otro modo, por la forma misma del alba, se provea a su estética y funcionalidad (IGMR 81.298).
COMENTADOR / MONITOR: Entre los ministros... está el comentarista (en latín "commentator", como ya en SC 29), que es el que hace las explicaciones y da avisos ("admonitiones") a los fieles, para introducirlos en la celebración y disponerlos a entenderla mejor".
El servicio que un comentador realiza en la celebración es muy antiguo, aunque el nombre y la importancia actual sean recientes. Los diáconos, en los antiguos libros litúrgicos, tenían encomendado ir guiando al pueblo en la celebración. En el Concilio de Trento (Denz. 946), al tratar de la lengua latina o vulgar en la Eucaristía, se hablaba de un servicio a la comunidad que pudiera interpretarse en esta dirección: "Manda el Concilio a los pastores… que frecuentemente durante la celebración de las Misas, por sí o por otro, expongan algo de lo que en la Misa se lee, y entre otras cosas declaren algún misterio de este santísimo sacrificio". Es dudoso si se refiere al comentador actual o a la explicación homilética.
Unos pocos años antes del Vaticano II es cuando se empezó a dibujar de nuevo esta figura del monitor, animador o comentador: en la Instrucción de 1958, sobre música y liturgia. Al principio, por la necesidad de ayudar a entender los textos que se proclamaban en latín, y luego, aun con textos en lengua viva, para ir motivando los diversos momentos y guiando la dinámica de la celebración. Las moniciones principales pertenecen más bien al mismo presidente de la celebración, pero hay otros momentos en que el comentador puede guiar, con breves y preparadas moniciones, hacia una oración más sentida, un canto más motivado, una lectura escuchada con mayor interés.
Se esperaba del comentador que "lleve bien preparados sus comentarios, con una sobriedad que los hagan asimilables" (IGMR 68), que antes y durante la celebración coordine los diversos ministerios que, en conexión con el ministerio principal del presidente, ayudan a la comunidad en su celebración, contribuyendo a que la celebración tenga su oportuno ritmo y eficacia pastoral.
El comentador "ocupa un lugar conveniente ante los fieles, pero no sube al ambón" (IGMR 68), porque el ambón está reservado a la Palabra de Dios.
LOS LIBROS: Con las oraciones (misal) y las lecturas (leccionario)
EL AMBÓN: Es el lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios (en la Biblia)
PAN Y VINO: La Misa siempre es la conmemoración (=hacer actual) de lo que Jesús hizo en la última cena con sus discípulos antes de morir. El pan que se usa tiene forma de obleas -hostias-
VASOS SAGRADOS: Cáliz, copón y patena
LAS VINAJERAS: Son unas botellas de vidrio: una tiene vino y la otra agua
EL SACERDOTE: Es la persona que hace presente a Jesús y actúa en su nombre
ASAMBLEA: La primera realidad visible de la liturgia es la comunidad reunida, la asamblea cristiana. En griego esta congregación de fieles se llama "synaxis". La palabra "asamblea" viene del latín "assimulare", "juntar", de "simul", "a la vez".
Ya en el Antiguo Testamento se dieron de modo muy significativo las grandes asambleas del pueblo de Israel, como en Ex 19-24, 1 Re 8 y Neh 8-9. En el Nuevo Testamento la convocatoria se produce en torno a Cristo Jesús y se llama sobre todo "Iglesia", "Ekklesia", pueblo congregado, y desde la primera generación es una realidad importante en el conjunto de la vida cristiana. Sobre todo en la convocatoria de la Eucaristía dominical.
La motivación no sólo es pedagógica, sino mas bien teológica: "En la celebración de la Misa los fieles forman la nación santa, el pueblo adquirido por Dios, el sacerdocio real" (IGMR 62).
Cristo prometió: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20); esta es la razón fundamental de la dignidad de la asamblea litúrgica; es signo eficaz de la presencia de Cristo. A la vez es la realización concentrada de toda la Iglesia: "En la asamblea que se congrega para la Misa...se hará visible la Iglesia constituida en su diversidad de órdenes y misterios" (IGMR 58; Cf IGMR 257). Además la misma asamblea es la que, bajo la presidencia del ministro que la completa en nombre de Cristo, celebra la Eucaristía: " En la Misa o Cena del Señor, el pueblo de Dios es convocado, bajo la presencia del sacerdote, que hace presente a Cristo en persona, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico" (IGMR 7).
Por eso, al reformar las celebraciones sacramentales, y también la Liturgia de las Horas, se ha tomado como uno de los criterios fundamentales el favorecer por todos los medios la participación activa por parte de toda la asamblea reunida, cuidando de modo especial lo más propio de ella; la escucha atenta, la oración y el canto en los momentos oportunos, las acciones sacramentales en las que participa, las exclamaciones y diálogos, etc.