El lienzo, está pintado al temple, sobre una tela de algodón, tejida por los indígenas. Tiene 1.13 metros de alto por 1.26 de ancho.
Son tres las imágenes: la Virgen del Rosario (1.05 de alto), en el centro, mirando un poco a la izquierda; San Antonio de Padua (1.04 de alto), vuelto hacia la Virgen; y San Andrés apóstol (0.90 de alto,) a la izquierda un poco inclinado hacia el centro.
La Virgen esta en elegante disposición, de pie sobre la media luna. Lleva sobre la cabeza una toca blanca, que dejándole descubierto el rostro y el cuello, cae por los lados, viniendo a recogerse sobre el pecho en bien sombreados dobleces. La túnica es rosada; el manto azul celeste cobija los hombros, y baja con natural elegancia a la rodilla saliente; vuelve a plegarse bajo el brazo derecho; llega hasta al izquierdo que sustenta al niño, casi desnudo, y pasando un tanto bajo los pies de este y la mano de la Virgen, aparenta estar sosteniendo, cayendo suavemente las orillas, expresión que da a la Señora la actitud de ir andando.
Un Rosario cuelga del dedo del meñique de la mano izquierda de la Virgen, y en su diestra tiene un cetro que se apoya suavemente sobre la rodilla del Niño, y va inclinándose hacia el hombro derecho.
El Niño suelta de la mano izquierda un pequeño rosario, y sustenta con los dedos pulgar e índice de la derecha un cordelito al que está atado un pajarito policromado, que viene a quedar sobre el pecho de Nuestra Señora.
San Andrés es de aspecto grave y majestuoso; en la mano derecha lleva un libro abierto, en el que está leyendo; el brazo izquierdo pasa por el ángulo superior de la cruz aspada, que se apoya en el suelo y sube más arriba de la cabeza del santo. La túnica es rosada, y el manto purpureo, que bajando hasta la mitad del cuerpo, forma pliegues muy naturales. Tiene los pies descalzos.
San Antonio va sencillamente vestido con su hábito azul caído; lleva calada la capucha, y sobre un libro que lleva cerrado sobre la mano izquierda, está de pie un Niño Jesús desnudo que sustenta en la mano izquierda un mundo que bendice con la diestra. Entre el brazo derecho y el libro sostiene el santo el lirio, que en forma de palma va a descansar sobre el hombro derecho. No lleva sandalias.
A primera vista se descubre los vestigios de las goteras que corrieron sobre la pintura. Destácase la Virgen grave, serena, majestuosa, toda rodeada de un iris de resplandores muy agradables. La modesta actitud de la Santísima Virgen, su indefinible sonrisa, sus ojos entre cerrados, la revisten de una dulzura inefable y conmovedora. Las imágenes impresas a corta distancia, resaltan a distancia con tal perfección y viveza de colores que encantan, y mueven el corazón y los sentidos a un santo recogimiento. Fenómeno singular que no ha dejado de ser ponderado por los muchos que se han detenido a contemplarlo.
El cuadro está adornado con las coronas y el cetro; los dos rosario de Nuestra Señora y de su Niño; veintisiete escudos en oro, de la santa sede de la Provincia Dominicana de Colombia, y de las Diócesis Nacionales. Rodean el sagrado lienzo treinta semicircunferencias de plata. Y alrededor esta engarzado un gran rosario de plata y dos gigantescas rosas del mismo metal.
Un fuerte cristal protege la pintura desde 1987. Entre nubes y rayos de plata dorada aparece el cuadro suspendido bajo el templete de su trono de mármol.