Dr. Luis E. Ráez
Los hijos son un regalo de Dios, sin embargo muchos matrimonios descubren que no pueden concebir. La infertilidad no es poco frecuente, se estima que una de cada seis parejas en Estados Unidos (unos seis millones de ciudadanos) no puede tener hijos. Según los expertos, las causas de este problema son múltiples pero destacan la edad cada vez más avanzada para concebir en las mujeres occidentales, enfermedades de transmisión sexual, obesidad, dietas y problemas específicos en la salud del hombre o la mujer.
Cuando la pareja enfrenta un problema de esterilidad no debe olvidar que el fin no justifica los medios. La ciencia hoy en día es capaz de jugar a ser Dios y usa medios desproporcionados para conseguir que una pareja conciba un hijo. Los esposos deben recordar que su deseo -totalmente válido- por tener un hijo, o la disponibilidad de tecnología -muchas veces opuesta a las enseñanzas de la Iglesia- como la Fertilización «in Vitro» (FIV), no justifica recurrir a medios inmorales que atentan contra la dignidad del ser humano. Dios sí desea que los matrimonios tengan hijos y debemos poner todos los medios lícitos para que esto ocurra.
Que una pareja no pueda tener hijos muchas veces obedece a causas que pueden ser corregidas. En el caso de los varones, pueden existir problemas anatómicos leves que una cirugía menor puede corregir. Muchas veces, basta con disminuir el consumo de cafeína, nicotina y alcohol. Estos tres factores también se aplican en el caso de las mujeres, y se complican con la obesidad o el peso muy bajo, el tipo de trabajo, la falta de estimulación hormonal, o problemas anatómicos que también pueden ser corregidos con intervenciones quirúrgicas menores.
Dos de las causas más comunes de esterilidad en las mujeres son la endometriosis y la falta de estimulación hormonal. Ambos son problemas que se tratarán de corregir con la administración de hormonas adecuadas. A veces es necesario hacer una pequeña laparoscopia (pequeña incisión en el abdomen de la mujer, con el uso de una cámara de televisión) para remover el tejido que impide la concepción como en el caso de la endometriosis.
Otras parejas no pueden concebir porque desconocen sus ritmos biológicos, que podrían descubrir a través de la Planificación Natural de la Familia (PNF). Muchas parejas no usan la PNF por ignorancia. Ésta no consiste en simplemente «demorar» o anular la concepción como los métodos artificiales, sino que permite a la pareja saber cuáles son los días más adecuados para concebir.
Una pareja enfrenta el problema de la infertilidad cuando ya agotó todos los medios mencionados. Los sentimientos de frustración, cólera, dolor, celos y confusión son probablemente abundantes. Resulta común la posibilidad de que un matrimonio se separe cuando ambos cónyuges se culpan o alguno no acepta la realidad de que el esposo (a) sea estéril. Es en este momento cuando muchas parejas empiezan a interesarse en la FIV y buscan una salida desesperada para el problema.
La facilidad para conseguir una FIV hoy en día, no la hace menos inmoral y no es excusa para recurrir a ella. El primer paso de la FIV consiste en recolectar los espermatozoides del varón por masturbación, y extraer óvulos de la madre. Luego, los médicos optan por lograr una concepción o fecundación «in vitro», es decir que unen óvulo y espermatozoide en el laboratorio y depositan el embrión resultante en el útero de la madre. Éste es el procedimiento que se ofrece a la mayoría de clientes de FIV con ligeras variaciones metodológicas. La intención es buscar la fecundación y/o la implantación del embrión artificialmente debido a que la pareja probablemente no puede concebir por algún problema médico o el cuerpo de mujer rechaza con frecuencia los embriones concebidos naturalmente evitando su implantación en el útero (aborto espontáneo).
Este proceso -que hasta el momento resulta bastante complicado-, se convierte en un mecanismo monstruoso cuando entendemos todas sus consecuencias. En los procedimientos de FIV no todos los embriones depositados artificialmente en el útero de la madre logran implantarse y crecer. Entonces, para no repetir el procedimiento -que es muy costoso- los médicos optan por depositar varios embriones al mismo tiempo, pues si alguno muere quedarán otros para mantener las posibilidades de implantación y desarrollo. En caso que todos se implanten y crezcan, el médico probablemente abortará los embriones «en exceso» si la pareja sólo deseaba un hijo. En caso que existan varios embriones concebidos que aún no se han implantado y alguno de los primeros intentos de implantación tuvo éxito, los demás embriones se guardarán congelados. En Estados Unidos existe una ley que prohíbe la destrucción de los mismos, el problema es que después de muchos años de existencia de la FIV, el número de embriones congelados (¡seres humanos ya concebidos guardados en congeladoras!) es de varios cientos de miles y nadie sabe qué hacer con ellos. En esta coyuntura, muchas personas han intentado usarlos para experimentación en seres humanos, clonación, como fuente de células estaminales, etc. Todas estas opciones son completamente inmorales pues conducen a la muerte de seres humanos que se encuentran en estado de embriones congelados.
Los cuestionamientos éticos no terminan aquí. Con el fin de simplificar el uso de la FIV, sus promotores han destruido la idea de familia como comunidad de padre, madre e hijos. Cualquier combinación es posible para «adquirir» un hijo y ya no se necesita una «familia». Así, una mujer soltera puede pedir en un banco de esperma que por FIV le implanten un embrión concebido con su óvulo y el esperma de cualquier donante anónimo; una pareja en la cual la mujer no pueda o no quiera estar embarazada «alquila» el vientre de una tercera y hace que a ésta le implanten el esperma de su esposo, etc. Hay historias reales que reflejan la complejidad de la FIV, como el caso de una pareja que engendró «in vitro» varios embriones pero ambos murieron antes de poder implantarlos. Los fallecidos tenían mucho dinero y su muerte suscitó tremendos problemas legales. ¿Eran los embriones concebidos, los legítimos herederos? Si era así, ¿cómo dispondrían de la herencia si no habían nacido?, ¿en quién se implantarían para permitir su nacimiento? También está la triste historia de una pareja que se divorció después de haber engendrado varios embriones; el esposo tenía la intención de implantarlos en su nueva novia a pesar de la oposición de su ex cónyuge.
Estos problemas -que podrían parecer ridículos-, son reales y tienen que ver no sólo con la búsqueda de felicidad de gente que quiere concebir, sino con la vida y muerte de seres humanos indefensos que deben pagar por los anhelos de personas a las que parece no importar los medios usados. Equivale a no importar lo que deba hacerse mientras yo consiga lo que quiero, es lo que ocurre cuando el egoísmo es más fuerte que la adherencia al Plan de Dios en las dificultades.
Los esposos que recurren a la FIV olvidan que tener hijos NO es un derecho, sino un privilegio, porque ellos son un regalo, un don de Dios para el matrimonio. Los hijos son parte de una ley natural de vida, de un plan de Dios para la pareja. Nada de lo que ocurre es ajeno a Dios. En estos casos, la fuerza del amor que debe existir entre los esposos es mal usada para alimentar la desesperada búsqueda de un hijo. El amor es algo que se da y se difunde, no algo que se consume y usa egoístamente. No hay circunstancias que conviertan un hecho inmoral en algo moral. La mayoría de parejas que busca la FIV no considera ni se informa lo suficiente para saber que su búsqueda puede implicar un aborto provocado o el almacenamiento de embriones. Cuando los promotores de la FIV llaman a estos embriones «huevos fecundados» («fertilized eggs », en inglés), buscan que las parejas involucradas no se sientan mal por jugar con ellos o destruirlos, dejando de lado la humanidad de estos seres creados por Dios y queridos por Él.
Siempre será doloroso para una pareja aceptar su infertilidad, pero cuando se agotaron todos los medios morales de concepción se puede tener la certeza de que es algo que Dios ha permitido que ocurra. Siempre queda la posibilidad de adoptar de uno de los millones de niños que son abandonados por sus padres o los perdieron a edad temprana. La Iglesia Católica es muy clara respecto a la FIV y señala los casos particulares en los cuales se puede «asistir» la concepción sin reemplazar el orden natural. En estos casos, es propio recurrir a un consejero espiritual o a un médico católico fiel al Magisterio que ayude a la pareja a discernir lo correcto para su felicidad.
No es cuestión de juzgar a otros hermanos cristianos ni a la gente que sufre, pero debemos recordar que cuando Dios permite casos en los que una pareja no puede concebir; no bloquea la posibilidad de ser felices. La pareja que altera el Plan de Dios y busca por su lado la felicidad, corre el riesgo de no encontrarla porque escogió arbitriamente su propio camino, se alejó de Dios e hizo daño -aún sin saberlo- a otros seres humanos inocentes.