1.1. La traducción más primitiva del Antiguo Testamento.
Algunas de las interrogantes que surgen de la lectura de la Sagrada Escritura y particularmente del Antiguo Testamento versan sobre la antigüedad de los textos que poseemos de la Biblia. ¿Cuál es la versión más primitiva conocida de aquellos libros, sagrados para judíos y cristianos? ¿Cuáles fueron las versiones del Antiguo Testamento empleadas por el Señor Jesús y los primeros cristianos? ¿Cuál fue la fuente de las referencias del Antiguo Testamento recogidas por el Nuevo Testamento? ¿Cuál fue la versión del Antiguo Testamento con mayor difusión entre los primeros cristianos?
La versión en griego del Antiguo Testamento llamada "Septuaginta" constituye una de las fuentes más importantes para adentrarse en la antigüedad de los textos de la Sagrada Escritura, tal como los conoció el Señor Jesús. Estos escritos fueron fundamentales para los primeros cristianos, tanto de origen hebreo como gentil. La Septuaginta fue reconocida por la naciente Iglesia y leída con la devoción reservada a la Revelación de Dios.
La Septuaginta constituye un testimonio de fundamental importancia para remontarse al pasado más remoto de los textos del Antiguo Testamento. Es una fuente privilegiada para conocer las llamadas "versiones paleohebreas", o "hebreas antiguas", veneradas por el pueblo de Israel en épocas anteriores al Señor Jesús, e incluso leídas, escuchadas de boca de los rabinos y maestros y estudiadas por el mismo entorno del Salvador.
La Septuaginta conforma el conjunto de las fuentes veterotestamentarias con otros escritos venerables como los manuscritos bíblicos de Qumrán, el "Pentateuco Samaritano" y la "Peshitta", la traducción del Antiguo Testamento del hebreo al idioma "siriaco", realizada por judeocristianos a finales del siglo I A. de C. La llamada "Biblia Hebrea" o la "versión Masorética" es bastante posterior. La Biblia Masorética fue elaborada a lo largo del primer milenio, ulterior al Señor Jesús, publicándose recién en su forma definitiva alrededor del año 900 de la era cristiana.
La Septuaginta o, en diminutivo, los "LXX" (Setenta), constituye la primera traducción de la Ley Mosaica o "Pentateuco" y de los Profetas, a un idioma distinto al hebreo, lengua considerada "sagrada" por los fieles judíos. En los decenios posteriores se sumaron a la Septuaginta el resto de los "otros escritos" en hebreo antiguo o "paleohebreo" de la Biblia.
Esta monumental empresa literaria fue iniciada en Alejandría de Egipto durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (285-247 A. de C.). Como documenta Julio Trebolle, "la traducción de todo un cuerpo de literatura hebrea a la lengua griega constituye un esfuerzo único de interpretación en todos los sentidos: ortografía, morfología, sintaxis, semántica, teología, etc." (1).
La Iglesia cristiana primitiva adoptó la Septuaginta como "escritura sagrada", sin reserva alguna. La mayoría de los textos del Antiguo Testamento citados por los Evangelistas y los Apóstoles pertenecen a los LXX.
Después de la Septuaginta, la más antigua e importante traducción del Antiguo Testamento en otro idioma fue la versión en lengua Siriaca o Aramea, llamada "Peshitta", o "Traducción Simple". Su origen se vincula a la conversión al judaísmo de los monarcas de Adiabene. La hebraización de la dinastía gobernante de este reino Sirio-Helénico ocurrió alrededor del año 40 D. de C. El manuscrito de mayor antigüedad descubierto de la "Peshitta" data del año 464 de la era cristiana. Dicho texto contiene parte del Pentateuco, aunque falta el libro de Levítico (2).
1.2. Los "Setenta".
El Rey Ptolomeo II Filadelfo de Egipto fue un gran admirador de la cultura y las antigüedades. A Ptolomeo se atribuye la fundación del primer "Museo" -casa en honor de las "musas" que inspiraban a los artistas-. Según una carta atribuida a un judío helenizado llamado Aristeas, dirigida a su hermano Filócrates, Ptolomeo Filadelfo solicitó al Sumo Sacerdote Eleazar de Jerusalén la presencia de 72 sabios judíos (seis por cada tribu de Israel) con el fin de traducir la Torah (los libros de la Ley hebrea revelada por Yahvé) al griego "koiné" para enriquecer la biblioteca de Alejandría.
El nombre de "Septuaginta" se origina en el número "redondeado" de sabios que habrían intervenido en la traducción, o más bien en la "transposición", porque no se "tradujeron" solamente palabras y frases de una lengua a otra, sino se expresó con lucidez providencial el sentido auténtico de la Palabra de Dios.
A pesar del recurso a la narrativa empleado por Aristeas en su relato, la carta parece expresar los hechos esenciales que rodearon la traducción de los textos del Antiguo Testamento, particularmente el carácter sagrado del original hebreo, como de la traducción de los Setenta.
El filósofo judío Aristóbulo, que vivió en Alejandría durante el reinado de Tolomeo VI Filometor (181-145 A. d. C.), confirmó la existencia de la versión de los Setenta con anterioridad a la carta de Aristeas. Aristóbulo atribuyó incluso a Platón el conocimiento de la Ley Mosaica. El filósofo judío alejandrino relata en una carta al rey Tolomeo que "la completa traducción de todos los libros de la Ley (fue hecha) en los tiempos del Rey llamado Filadelfo, vuestro ancestro" (3).
1. 3. Un "texto" inspirado para judíos y cristianos.
Completada la transposición del Pentateuco al griego, se continuó con la traducción del resto de los libros sagrados. El proceso concluyó alrededor del año 150 A. de C. El texto griego de los "Setenta" fue adoptado por una significativa porción de judíos, tanto en Palestina como en la Diáspora. Los judíos "dispersos" se contaban en cientos de miles, exilados entre las naciones mediterráneas y del Lejano Oriente, especialmente Mesopotamia y Alejandría. Esta porción del pueblo hebreo hablaba griego y participaba de la cultura Helénica, extendida en Oriente desde Egipto, Etiopía, Palestina, Arabia, Siria, Asia Menor, Babilonia, Persia, adentrándose incluso hasta la frontera con la India.
El Pueblo Judío estimó la Septuaginta, desde sus orígenes, como "inspirada", digna de ser leída y estudiada en las sinagogas. Tal opinión fue compartida por la naciente Iglesia cristiana, que asumió la Septuaginta como expresión auténtica de la Revelación divina. Los Evangelistas y los Apóstoles acudieron a los "LXX" cuando escrutaron las antiguas escrituras en busca de los anuncios proféticos revelados por el Padre sobre la venida redentora del Hijo.
Dejando de lado los elementos improbables o legendarios de la citada "Carta de Aristeas" (4), la intención del Rey Filadelfo estaba de acuerdo con la política cultural de los herederos del imperio de Alejandro Magno: emprender la helenización de la cuenca Mediterránea y del Oriente. Con ese propósito se quiso dotar a sus numerosos súbditos judíos con una versión de la Biblia en griego. En este sentido coinciden testimonios muy antiguos, como el de Aristóbulo (c. 150 A. de C.), de Filón de Alejandría, de Flavio Josefo y de Eusebio de Cesarea.
Tanto en Palestina como en la Diáspora hebrea la política del rey Ptolomeo fue considerada estimable y conveniente por las autoridades. Ellos promovieron la traducción del resto de los libros bíblicos para el uso de los judíos "helenizados", escasamente versados en el idioma hebreo de sus antepasados.
En el fomento de la versión del Antiguo Testamento en un lenguaje gentil, los líderes judíos estaban siguiendo la senda iniciada en la época de Esdras, quien fue ministro del rey Atajerjes de Persia. Esta asimilación cultural fue conflictiva, pero continuó su flujo, contribuyendo con influencias duraderas. Como explica Abraham Schalit, la promoción de la traducción de las Escrituras Sagradas judías por Tolomeo y el reconocimiento de la Torá como la "constitución legal" del Pueblo Hebreo por reyes extranjeros como el seleúcida Antíoco III, trajo consigo la alteración de valores entre la población de Judea, "transformación cuya importancia histórica no es posible exagerar. Por vez primera en el período del segundo Templo, desde la época de Esdras y Nehemías, una influyente clase social judía, al mirar más allá de los confines de su propia cultura, descubría un mundo desconocido, y este descubrimiento ejerció en ellos una profunda influencia espiritual y material" (5).
¿Cuál fue la influencia espiritual del helenismo sobre los judíos? Cuando rige el "Segundo Templo" los nuevos textos recogidos en la Biblia se alejan del estilo rígido y excluyente del judaísmo "Pre-Exílico". Por ejemplo, el libro de Jonás muestra una inmensa carga humana cuando manifiesta su preocupación por la miseria del hombre como tal, sin hacer distinciones entre judíos y gentiles. En la percepción de Jonás se descubre un enfoque universal hacia la persona y su destino. En épocas anteriores los judíos se confirmaban, más bien, en su "razón de existir", en su identidad como "pueblo elegido" que esperaba su redención al final de los tiempos. Los llamados gentiles, "el resto" de la humanidad, incircuncisa y marginada de la Ley de Yahvé, estaban al margen de la salvación.
Esta preocupación "humanista" no es excluyente a Jonás. También se descubre en el Eclesiastés, cuando su autor se plantea el problema del fin último y sentido de la existencia. ¿Podríamos interrogarnos si acaso esta influencia no habría retornado, del judaísmo hacia el mundo helénico y posteriormente romano, preparando la conciencia religiosa e intelectual a los grandes temas que serán respondidos con la predicación de la Buena Nueva del Evangelio?
La Septuaginta es un testimonio indispensable de esta "apertura cultural" y una vía fundamental para entrar en contacto con la fe del Pueblo Hebreo en la época del Señor y en los primeros pasos de la Iglesia. En el año del nacimiento de Jesús solamente en Alejandría, Egipto, la población judía sobrepasaba el medio millón de fieles. Los judíos alejandrinos residían en sus propios barrios y estaban regidos por Leyes especiales, diversas a las que gobernaban la población local egipcia o "copta".
El proceso de traducción, culminado en Alejandría a finales del siglo II, A de C., incluyó libros considerados como sagrados e inspirados, como I Esdras, Sabiduría, Eclesiástico, Judit, Tobías, Baruc, la "Carta de Jeremías" (contenida en el libro profético), 1-2 Macabeos y fragmentos de Ester (10, 4-16; 24).
Los cuestionamientos a la "Canonicidad" (autoridad y fidelidad de los antiguos libros sagrados) de la Septuaginta aparecieron tardíamente, concretamente cuando avanzaba el siglo I de la Era Cristiana (6). Los líderes del llamado "judaísmo fariseo" o "rabínico", la tradición dominante tras la trágica rebelión de los judíos de Palestina contra los romanos, entre los años 68 y 70 D. de C., descartaron estos libros "tardíos" después de la catástrofe que sufrieron bajo las armas romanas.