Carta a los Hebreos
¿Por qué una carta a los Hebreos? Véase la explicación en 8, 4 y nota. Si bien el final de la carta muestra que fue para una colectividad determinada, su doctrina era para los judío-cristianos en general. También Santiago y S. Pedro se dirigen epistolarmente, y en varios discursos de los Hechos, a todos los Hebreos de la dispersión (Sant. 1, 1; I Pedr. 1, 1), muchos de los cuales se hallaban en peligro de perder la fe y volver al judaísmo, no sólo por las persecuciones a que estaban expuestos, sino más bien por la lentitud de su progreso espiritual (5, 12 y nota) y la atracción que ejercía sobre ellos la magnificencia del Templo y el culto de sus tradiciones. El amor que el Apóstol tiene a sus compatriotas (Rom. 9, 1 ss.) le hace insistir aquí en predicarles una vez más como lo hacía en sus discursos de los Hechos, no obstante su reiterada declaración de pasarse a los gentiles (Hech. 13, 46; 18, 6 y notas). Su fin es inculcarles la preexcelencia de la Nueva Alianza sobre la Antigua y exhortarlos a la perseverancia -pues no los mira aún como maduros en la fe (3, 14 y nota), con la cual tendían a mezclar lo puramente judaico (Hech. 21, 17 ss., etc.)- y a la esperanza en Cristo resucitado (cap. 8 ss.) en quien se cumplirían todas las promesas de los Profetas (Hech. 3, 19-26 y notas).