Mensaje del Día de la Vida

25 de marzo de 2004

“Bueno es Dios para con todos, tierno con todas sus criaturas” Salmo 145, 9

CREO Y AMO

Con motivo de la celebración del Día de la Vida, inspirado en la Solemnidad de la Encarnación del Señor Jesucristo –que celebramos el día 25 de marzo-, el Departamento de Vida de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar invita a todos los católicos a considerar, a la luz del Evangelio, los numerosos desafíos que piden de nosotros una clara respuesta en los temas del matrimonio, la familia y la vida, desde los dos aspectos fundamentales de nuestro ser de bautizados: la fe y el amor.

El contenido y la forma como se están planteando a nivel informático diversos aspectos de la sexualidad, la anticoncepción, el no reconocimiento de la existencia y la sacralidad de la vida desde la fecundación, la manipulación de embriones, el aborto, la reproducción asistida, etc., pueden hacernos experimentar la tentación de dudar del esplendor de la verdad que nos enseña la Sagrada Escritura acerca de la vida del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios.

Precisamente este punto de partida es el centro de nuestra fe en que la vida, especialmente la vida humana, viene de Dios y, por tanto, es bella, es siempre un bien y vale la pena vivirla, promoverla y defenderla. Creemos en Dios que es Amor y Vida, creemos en Jesucristo, creemos en la vida y en su dignidad natural e inviolable. Por eso no podemos separar nuestra fe del tema de la vida, pues, de hecho, forman un todo.

El Papa Juan Pablo II nos ha propuesto en esta cuaresma el tema de los niños, invitándonos a verlos como “un estímulo para descubrir la sencillez y la confianza que el creyente debe desarrollar, imitando al Hijo de Dios”. Nos dice que “el niño se convierte en la imagen elocuente del discípulo llamado a seguir al Maestro divino con la docilidad de un niño…” Y ésta es nuestra invitación y exhortación: hagámonos verdaderos discípulos del Señor Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, quien ha vencido la tentación del poder, del dinero y del placer desordenado.

Esto implica para nosotros todo un camino de conversión, es decir, ayudados por la gracia de Dios, con una generosidad que no tenga miedo al mismo sacrificio, revisemos y confrontemos con el Evangelio nuestra mentalidad, actitud y conducta acerca de la vida humana y la ecología, que también cae dentro de nuestra responsabilidad de bautizados.

Sin embargo, a veces se presenta la enseñanza de la Iglesia como una opinión sólo religiosa, queriendo insinuar con ello que no tiene nada que ver con la ciencia, o que la fe y la razón se contradicen y excluyen mutuamente. Otras veces se justifican ciertas prácticas en nombre de una cierta “libertad” individualista y subjetiva, sin referencia a los valores objetivos, universales y perennes, inscritos en la misma naturaleza humana. Incluso se llega a una intolerancia pues la opinión de la Iglesia no es escuchada, analizada con serenidad, apertura y seriedad, sino que se la hace objeto de mofa y de rechazo anticipado.

El misterio de la Encarnación que ilumina nuestro Día de la Vida, nos anuncia la buena nueva de que el Hijo de Dios ha asumido y consagrado todo el proceso de la vida humana, desde la concepción o fecundación, hasta la muerte. Además, esta verdad de fe es confirmada por la misma ciencia, la cual corre hoy peligro de ser manipulada o alejada de su fin principal: el servicio del ser humano. Jesucristo ha redimido a toda la persona, en todas sus dimensiones: corporal, afectiva, volitiva, intelectiva, espiritual. Él ha llevado a la plenitud los mandamientos que son un camino para la vida y la felicidad.

Él confió a su Iglesia este Evangelio de la Vida, la cual, animada por el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, ilumina siempre la conciencia de los hijos de Dios sobre la verdad y sacralidad de la vida.

En esta cuarta ocasión en que, como Iglesia Católica en México nos disponemos a celebrar el Día de la Vida, invitamos a todos:

- a profesar, con firmeza y generosidad, que creemos en la vida, en su belleza y bondad, haciéndolo con una buena preparación, con una adecuada pedagogía, con paciencia, sin estridencia ni intolerancia;

- a asumir como personas, comunidades, parroquias y Diócesis nuestro compromiso coherente hacia la sacralidad de la vida, promoviendo iniciativas pastorales oportunas para esta celebración.

Para ello, sugerimos algunas ideas que expresen que somos creyentes de la Vida Nueva que Cristo nos da:

Creo y amo a Dios, Uno y Trino, que es Amor y Vida.

Creo y amo a Dios, nuestro Padre, fuente del Amor y de la Vida.

Creo y amo a Jesucristo, Camino Verdad y Vida.

Creo y amo al Espíritu Santo, Señor y dador de vida.

Creo y amo la vida como un regalo de Dios: se recibe gratuitamente para ser donada gratuitamente.

Creo y amo la belleza y la bondad de la vida.

Creo y amo la belleza e igual dignidad de ser hombre y mujer, diferentes y complementarios.

Creo y amo el matrimonio y la familia que tienen a Dios por Autor.

Creo y amo la sexualidad humana como un don de Dios para ser vivido en el matrimonio.

Creo y amo a la familia, santuario de la vida.

Creo y amo la vida, la cual es sagrada desde el momento de la fecundación.

Creo y amo la vida y me comprometo a protegerla, promoverla y defenderla en todos sus momentos y formas.

Creo y amo la naturaleza, don confiado por Dios al cuidado del hombre y la mujer.

Creo y amo la verdad de la ciencia, la cual es iluminada por la fe para llegar a conocer la verdad que Dios escribió en el ser humano y en la naturaleza.

Que Santa María de Guadalupe, protectora y servidora de los esposos, Reina de la Familia e Icono de la Vida, nos sostenga con su amor e intercesión para que cada uno de los bautizados seamos constructores de la cultura de la vida.

 

+Mons. Rodrigo Aguilar Martínez

Obispo de Matehuala

Pte. de la C. E. de Pastoral Familiar + Mons. Francisco Javier Chavolla Ramos

Obispo de Toluca

Responsable del Departamento de la Vida

 

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