Marcela Lombard
El SIDA (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida) es una enfermedad, que se descubrió en 1983. Podría decirse que es una infección de reciente aparición y se desarrolla por la destrucción progresiva del sistema inmunológico. Las personas infectadas de SIDA corren el riesgo de morir de las llamadas enfermedades “oportunistas”, contra las cuales su organismo no tiene defensas.
Próximamente se llevará a cabo en Nueva York, el 2 de junio para ser exactos, la revisión de los compromisos adquiridos por los países miembros de la ONU en el 2001, cuando se tuvo la sesión especial sobre el HIV/SIDA. En aquel entonces los gobiernos se comprometieron a luchar por la prevención y la erradicación del SIDA, a través de estrategias nacionales e internacionales. El secretario general de la ONU ha presentado, para el evento de junio, un informe en el que constata que, a pesar de los esfuerzos realizados, aún no se alcanzan las metas previstas. Cabe preguntarse si la estrategia seguida ha sido la más adecuada, es decir la más eficaz para lograr la prevención y erradicación del SIDA.
El SIDA se ha convertido en una enfermedad a la cual se le suelen dar enfoques barnizados de diversas ideologías. Éstas suelen tergiversar la verdad para obtener algún fin, sea económico, de poder o de cambio cultural. Se busca la “cara del SIDA” poniendo en los posters y folletos a personas de color que viven en la África subsahariana y que sufren no sólo por esta enfermedad, si no por muchas otras carencias básicas para sobrevivir. Pero en los foros internacionales el SIDA tiene una cara muy diversa, podríamos decir que ahí se reviste o se “trasviste” diversamente.
Hay un dicho que reza así “Después del niño ahogado se tapa el pozo”, ciertamente el pozo se tenía que haber cerrado antes de que el niño aprendiera a caminar y no cuando ya se había asomado a él varias veces, hasta caer y ahogarse. Normalmente cuando se habla de prevención se entiende como una medida orientada a evitar de antemano una acción con consecuencias negativas. No sería lógico creer que la prevención implica promover la acción que tiene las consecuencias negativas. En el caso del SIDA se da algo muy particular, la estrategia de prevención que se propone como la más eficaz, es la distribución de preservativos. Esto implica que la persona puede seguir tranquilamente manteniendo relaciones sexuales de riesgo, que pueden tener como consecuencia el contagio del SIDA. Resulta un poco paradójico, pues aunque el preservativo evitase el contagio en casi todos los casos como suele pregonarse, es como dejar que el niño se asome continuamente al pozo, arriesgándose a que termine por caer en él y ahogarse. Parece ser que la ideología de la revolución sexual se ha contagiado de SIDA y su promesa de una felicidad radicada sólo en la satisfacción del placer corporal está en peligro de muerte. Aunque sólo se menciona de paso en el informe del secretario general de la ONU, es claro que la fidelidad sexual a una sola pareja heterosexual es la acción más eficaz para prevenir del SIDA.
Otra “ideología” que está afligida por esta enfermedad, es la del género, que deriva de un feminismo que también fue vulnerable a la infección. Es aquella que promete a las mujeres una realización plena si logra el dominio sobre su sexualidad y su capacidad reproductora, a través del empoderamiento, lo que le daría la independencia económica liberándose del peso de la maternidad y logrando los mismos puestos de trabajo que los hombres en proporciones iguales.
Es el feminismo de género que defiende que las “profesionales del sexo” tienen que tener acceso a los medios de prevención y al goce de sus derechos. Si por “profesionales” entendemos solamente a las personas que reciben dinero por realizar alguna acción, la definición sería adecuada, pero si se entiende por la persona que ha elegido prepararse para ejercer un cierto tipo de trabajo, éste término que define a las mujeres que se prostituyen es irónico y denigrante, pues en el 99.9% de los casos las personas que practican la prostitución se ven obligadas a hacerlo por la falta de los recursos necesarios para poder subsistir y de las ayudas sociales suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. Por un lado no puede pretenderse que la legalización de la prostitución sea la solución definitiva del problema; por otro hay que ir a la raíz del problema que es el respeto a la dignidad de la persona humana, lo que implica la intervención del estado para ofrecer a sus ciudadanos las condiciones básicas para su desarrollo integral. Ciertamente hay que poner medidas adecuadas para evitar los abusos y que las mujeres no sean víctimas de violencia y tráfico sexual, pero esto no se logrará sólo con empoderar a la mujer, es necesario educar a la sociedad en todos sus niveles para que aprendan el valor de la persona y la respeten.
Relacionada con la ideología anterior encontramos la agenda homosexual que es la que más infectada se ve y aún así no quiere tomar la medicina. Un síntoma de la infección en esta ideología es la defensa a ultranza de la privacidad de la persona, pero el estado no puede permanecer indiferente ante actos que, aún realizados en privado, ponen en peligro la salud y la vida de otras personas. El gobierno debe intervenir para evitar la promoción de acciones que ponen en peligro la salud y la vida de las personas. Otra idea típica de esta agenda es la reivindicación de derechos especiales para las personas con tendencia homosexual, como si no fueran sujetos de los mismos derechos que todos los demás seres humanos del planeta; dentro de estos derechos se propone la tolerancia como la promoción activa de la conducta homosexual, tachando de intolerantes a quienes no la aceptan, ni la promueven, cambiando el significado real de tolerar que es soportar un mal, no promoverlo. Esto no quita que se les dé la atención médica necesaria, sin ningún tipo de discriminación, a las personas que están infectadas por el SIDA, aún cuando hayan sido contagiadas por tener relaciones homosexuales.
Hay una cara del SIDA que, aún siendo la que más sufre por ella merece toda la atención, sin ningún tipo de ideologías, y son los niños que quedan huérfanos a causa del SIDA o que nacen ya infectados. Ellos son inocentes de la situación en la que viven y necesitan que se les acoja y proteja, alguien que piense en su futuro y les dé las oportunidades para desarrollarse integralmente, conociendo la verdad, sin desvirtuarla con ideologías.