Más peligroso que la misma enfermedad es la actitud con que se enfrenta la misma desde un pensamiento debil.
A estas alturas, desde que en 1983 se detectó que era el virus VIH el causante del SIDA, y que lo que hace es atacar y destruir nuestro sistema inmunológico, el que nos defiende de enfermedades, las cosas básicas están claras. Así pues, la enfermedad se llamó SIDA (Síndrome de InmunoDeficiencia Adquirida). El organismo de la persona con SIDA no tiene defensas para anular a los agentes patógenos.
No se sabe qué parece más desconcertante, si el surgimiento de la pandemia del sida o la reacción de respuesta que ha despertado en la sociedad contemporanea.
En un medio de comunicación, se acuñó el término de SIDA Mental, y no precisamente para referirse a aquellas patologías en la cabeza que muchos enfermos de SIDA pueden sufrir, éstas tienen otros nombres. Por SIDA Mental se entiende a aquel estado sicológico que poseen ciertas personas por el que no son capaces, ni mental ni anímicamente, de protegerse y de enfrentarse a esta enfermedad. El SIDA, por lo tanto, parece que no sólo ataca a los linfocitos, nuestras células defensoras, sino que ataca a nuestros razonamientos y resortes mentales que deberían protegernos de conductas peligrosas. Es una especie de inmunodeficiencia en el plano de los valores existenciales. Es algo así, como si la pasión de un pirómano por el fuego fuera tal, que quedara bloqueado y no fuera capaz de apagarse a sí mismo cuando está ardiendo; tanto le gusta jugar con fuego, que la pasión le ciega.
Los homosexuales, desgraciadamente, son proclives a tener este SIDA mental, antes de que puedan padecer también el SIDA clínico. Para un enfermo, una de las cosas peores que pueden sucederle, es que no reconozca su enfermedad. Se dice que un hipocondríaco es aquel que sin tener enfermedad se cree que está enfermo. Debe haber una palabra para aquel que está enfermo y no se lo cree ( ¿psicópata, tal vez? ). Si no se dan cuenta los homosexuales que sus conductas son antinaturales y muy peligrosas para el contagio del SIDA, padecen de SIDA mental, no tienen recursos de autodefensa.
En los comienzos de la enfermedad, en 1981, en California, el SIDA comenzó a dar la cara entre grupos de homosexuales. El Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, donde se llevaba toda la información, trató de detener estos primeros brotes de la nueva epidemia. Los casos se multiplicaban de semana en semana, y ya estaba pasando a personas normales que por una simple transfusión con sangre contaminada adquirían el virus. Costó muchos esfuerzos cerrar los "baños públicos" donde se veían y cohabitaban los homosexuales. Estas personas protestaban y protestaban para no verse privados de "sus derechos". Hubo que imponer el cierre de aquellos locales: el sentido común decía que eran el foco de una gran epidemia. Quién sabe si ese cierre y otras medidas se hubieran tomado más rápidamente, ahora el SIDA no estaría extendido tanto. Estados Unidos es ahora uno de los países con más personas contagiadas, pues se estima que uno de cada 200 norteamericanos son seropositivos.
Los educadores, los informadores acerca de esta enfermedad, también suelen padecer esta enfermedad del SIDA mental. Se creen que sabiendo algo del tema, ya tienen todo hecho y pueden aconsejar a los demás. Deben reconocer que informar y aconsejar son dos cosas diferentes, y que quizá no están dotados para ambas tareas.
En los años de los que se hablaba , cuando la primera expansión del SIDA entre homosexuales, discursos de Reagan llenos de sentido común sobre el SIDA eran tachados de conservadores. Realmente eran conservadores estos discursos, pretendían conservar la salud de los ciudadanos. De Reagan son frases como : " Tanto la medicina como la moral enseñan lo mismo sobre la prevención contra el SIDA. Nuestro ministro de Sanidad ha dicho a todos los americanos que el mejor modo para evitar el SIDA es abstenerse de la actividad sexual hasta la edad adulta. Y después limitar el sexo a una relación fiel y monogámica. Este consejo y el de rechazar la droga, puede evitar de modo natural la difusión del SIDA. Millones de personas siguen ya este sabido y válido consejo; nuestra nación es más pobre por la perdida de quienes, al rechazarlo, han sufrido grandes dolores, disgustos e incluso la muerte. (...). La educación es determinante para la información y prevención del SIDA. Los padres tienen la responsabilidad de ayudar a sus hijos a ver la belleza, la bondad de la castidad antes del matrimonio y la bendición de una vida familiar estable, a decir sí a la vida y no a las drogas. Las autoridades educativas deberían ser determinadas localmente, en coherencia con los valores profesados por los padres. Padres y educadores deberían enseñar a los hijos a no dejarse llevar por las relaciones prematrimoniales o por la droga y, a situar la sexualidad en el contexto del matrimonio, vivido con fidelidad, compromiso y madurez".
En esta línea podemos continuar con otros grupos de personas que por sus conductas de riesgo son propensas al contagio. Si hablamos de los drogadictos por vía intravenosa, nos damos perfecta cuenta que tienen disminuida su voluntad para dejar la droga; a esto es a lo que también se llama SIDA Mental. Ellos sólo admiten medidas cómodas, que si metadona, que si jeringuillas nuevas y gratis. Se puede comprender que estas personas piensen así, pero lo que ya es mucho más difícil de comprender, es que otras personas no drogadictas también lo piensen.
Estas personas sanas, si no reconocen que, junto con la educación y reinserción, hay que perseguir el tráfico y el consumo de drogas, éstas, también tienen el SIDA mental. Están embotados por una mentalidad permisiva y falsamente tolerante y no saben poner remedio: se hayan sin defensas.
Se entiende mal la tolerancia, se disculpa cualquier actitud, y se piensa eso de "todo el mundo es bueno". El tema del SIDA no es como el de la gripe que podemos disculpar a aquel compañero de oficina que nos contagió a unos cuantos. Si nos abstenemos de buscar los focos de infección, las conductas de riesgo, y de culpabilizar a las personas que contribuyen a la expansión del SIDA, estamos adquiriendo el SIDA mental por un mal entendido concepto de la tolerancia.
Dentro de las autoridades civiles y sanitarias también está desarrollada esta enfermedad del SIDA mental. Quieren resolver todos los problemas con criterios democráticos y de consenso, cuando una cosa es la salud y otra la enfermedad. Con la enfermedad no se puede negociar, hay que atajarla aunque duela. Reparten condones y jeringuillas que es como querer atajar las hemorragias con tiritas, sin tener en cuenta aquí tantos otros aspectos negativos.
Este SIDA Mental es también contagioso, pero no al modo que el otro SIDA. El llamado síndrome de estocolmo también puede darse en estos ambientes. Si uno se mete en muchos congresos, en muchas reuniones o en muchas asambleas y debates, puede también adquirir el SIDA mental. Es como sucede en tantas asambleas que uno entra bien y sale mareado, con la cabeza caliente y los pies fríos; y lo peor de todo es que uno entró allí con las ideas claras, con lucidez. Nos esforzamos por razonar la sinrazón y es cuando nos mareamos y somos capaces de consensuar ese tipo de medidas que agradan a todos, hasta a los virus que tendrán muchas más oportunidades de reproducirse.
Y el ciudadano normal, también es proclive a padecer este sida mental. Carecer de defensas éticas es el resultado de una inculturización desde niño a la que muy pocas personas se sustraen. Haz lo que te pida el cuerpo -dicen-, no reflexiones, no pierdas el tiempo en ello, ya te damos nosotros las consecuencias hechas eslóganes, además, no tienes tiempo. Para que no tengas tiempo, ya te daremos suficientes entretenimientos que dominen tu atención e imaginación, comenzando por el deslumbramiento diario y constante de la televisión. Te daremos pienso suficiente, y a engordar como animal de granja. Como te han puesto en ese circuito en el que cuando adquieres uso de razón, ya estas acostumbrado a correr, inscrito en una loca carrera que no es la tuya, y montado por alguien que te manipula continuamente.
Educado así, mejor dicho, acostumbrado así, te parecerá habitual que siempre hayas nacido para ser esclavo, para ser montado.
¿La droga?, es mentira que quieran quitarla, siempre deberá estar ahí para lograr narcotizar a los desencantados del sistema que acudirán al opio como tabla se salvación, o de inhibición. Lo único que querrían quitar es la delincuencia que trae consigo, y sienten envidia de quien se enriquece con el comercio. Pero, si la gente se drogara "sin problemas", a todos nos tendrían narcotizados, es la mejor forma de dominar y controlar al pueblo.
A pesar de todo lo expuesto, habrá personas que no parece que entiendan. Algo hay en los apologistas del condón que les obliga a decir no a los razonamientos de estos capítulos. Todo los querrían tener más fácil, a bajo coste, sin esfuerzo. Al parecer, son integristas del materialismo y del consumismo, y sólo vale lo que les de placer, lo que les satisfaga.
No hay más sordo que el que no quiere oír. Este no querer oír es debido muchas veces, a que esas personas tienen una forma de entender la vida radicalmente diferente. Quieren curarse de esta enfermedad, pero acuden a métodos acordes con su forma primitiva de entender la vida. Son como esos brujos de aquellas tribus africanas del Camerún que querían intervenir en el foro internacional contra el SIDA que hubo en ese país africano. Estas personas no quieren que el médico opere, que el científico intervenga, que el humanista hable de normas éticas entre las personas, quieren seguir con sus costumbres arcaicas.
Esas personas han rebajando su dignidad, y tienen otro modo de entender la vida. Han elegido un camino en sus normas, que decirles que aquello conduce a un callejón sin salida es como hablar a sordos. Hay algunas personas que viven engañadas todo el tiempo, todas las personas pueden engañarse algún tiempo, pero nunca todas las personas estarán engañadas todo el tiempo.
A esas personas, con las que a menudo dialogamos, les pone nerviosos los razonamientos de sentido común. Pienso, a veces, que consideran los sentidos físicos de la persona, como únicas fuentes de felicidad, y no consideran que el abuso o desorden puede hacer desgraciada a una persona. Es como aquel que no comprende que algo sea bueno al paladar, pero malísimo para el estómago, no comprende, se lo pide el cuerpo y... . Estas personas piensan, (si lo piensan), que las sensaciones y el placer debe ser máximos, a tope, y no les importa morir de sobredosis, al fin y al cabo, dicen, todos vamos a morir. Es aquello que decía el lema: "sabemos que la droga mata lentamente, es igual, no tenemos prisa".
Intentar convencer a un chulo que cambie de vida, resulta tan difícil como a un alcohólico que deje el alcohol, o a un drogadicto la droga. Difícil, no imposible.
Lo que no estamos dispuestos es a soportar que sea verdad de nuevo, aquello de que la ignorancia es muy atrevida. Al menos, que reconozcan que no están dispuestos a seguir los consejos que se les dice, porque no les da la gana.
Somos varias personas amigas las que damos charlas y conferencias sobre el SIDA, allí donde se nos llama. Coincidimos en ver la cuestión de la prevención, más o menos todos de la misma forma, en los términos en los que se narran estas páginas.