Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Noveno Día
“la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.” (Benedicto XVI, Porta Fidei 7)
Lectura Bíblica: Jn 20, 24-29
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!"Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo:"Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Reflexión de San Agustín: Sermón 88,3
¿Y qué dijo el Señor a quien le había confesado y dicho Señor mío y Dios mío? Porque me has visto, has creído; dichosos quienes no ven y creen. ¿A quién se refería, hermanos, sino a nosotros? No porque íbamos a ser los únicos, sino porque íbamos a venir detrás. Tras un pequeño espacio de tiempo, después que se alejó de los ojos mortales para afianzar la fe en los corazones, cuantos creyeron, creyeron sin ver, y su fe tuvo gran mérito. Para adquirir esa fe tan sólo pusieron en movimiento un corazón piadoso, no la mano dispuesta a tocar.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria
Oración Final
Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba... Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.