Eugenesia: Nostalgia de la vida perfecta

 

Los minusválidos somos personas con derechos sólo si tenemos más de nueve meses de vida -por ahora eso nos libra de la selectiva muerte a algunos-, quienes tienen sólo horas, días, semanas o unos pocos meses, son seleccionados y cribados por científicos enloquecidos

Este artículo está escrito tecleando sólo con la mano izquierda sobre un teclado de ordenador. No es esta una forma muy usual de comenzar un escrito, pero es que creo que cuando se habla de eugenesia la forma es tan importante como el fondo. Y digo esto, porque cuando se decide eliminar a personas que padecen alguna minusvalía, desgraciadamente es la estética y no la ética lo que prima, el continente destaca sobre el contenido. Si escribo esto con una sola mano es porque padezco una hemiplejia lateral derecha y, sí, soy minusválido de nacimiento, ¡nací! pues afortunadamente mis padres me acogieron con amor.

Voluntariamente renunciaré al empleo de argumentos jurídicos, morales, médicos o filosóficos para denunciar la eliminación sistemática de personas que supone el desmembrar a un inocente desvalido por no alcanzar la perfección física y psiquica mínima establecida, que esto y no otra cosa es la práctica de la eugenesia contra el deficiente. Únicamente utilizaré un argumento: el de la sencilla y dramática verdad.

Es minusválido o disminuído, aquella persona a la que puedes encontrarte entre una multitud, y se le señala por su diferencia intelectual o corporal. Puede ser un parapléjico que utilice para desplazarse una silla de ruedas, entonces su disminuido perfil rodante se nos hace evidente por entre los viandantes de una acera en cualquiera de nuestras ciudades. También puede ser una niña con Síndrome de Down que con su particular morfología facial y sus ojos achinados, te sonríe con dulzura. E incluso, puedes encontrarte conmigo, sin duda me reconocerás por un andar un tanto vacilante e inclinado hacia la izquierda, mi pierna derecha arrastra un poco al andar y si te adelanto mi mano para saludarte con mi mano derecha tal vez mi apretón no sea todo lo cálido y fuerte que deseara, ya que a veces esta mano me falla un poco en mis movimientos, pero no importa, te saludaré igual de afectuosamente. Muchas personas somos diferentes en el cuerpo o en el coeficiente intelectual, nuestro físico o nuestro intelecto no alcanza el canon de lo válido, de lo perfecto. Quizás tengas lástima de nosotros, pienses que una vida sin andar de forma autónoma, que nuestros movimientos torpes nos hacen desgraciados, pero no te equivoques, nuestra vida es plena, feliz y luminosa. Los débiles estamos llenos de fuerza y de vitalidad, te lo aseguro. Y recordamos a todos que la vida es maravillosamente imperfecta.

Y ¿qué hace la eugenesia?, muy sencillo: si el análisis prenatal del niño en su estadío embrionario o fetal no cumple las expectativas, no se le implanta en el útero de su madre para que siga creciendo o si ya lo está, se le tritura en trocitos pequeños para tirarlo a la basura o dedicar sus tejidos a la experimentación. Esto hace que haya dos tipos de seres: los válidos y los inválidos. A los primeros se les otorga la dignidad de humanos, a los segundos se nos elimina como deshechos sociales, somos un mero desperdicio biológico, un error de la naturaleza.

Los minusválidos somos personas con derechos sólo si tenemos más de nueve meses de vida -por ahora eso nos libra de la selectiva muerte a algunos- , quienes tienen sólo horas, días, semanas o unos pocos meses, son seleccionados y cribados por científicos enloquecidos ansiosos de nuestros páncreas para acabar con la diabetes, de nuestros cerebros para acabar con el Alzheimer. como nuevos dioses algunos médicos desalmados deciden quién vive y quién no, quien merece un útero para crecer y quién un congelador. El gobierno y los legisladores en general nos han abandonado a nuestra suerte, y esperan que los avances científicos a costa de nuestra vida tronchada les otorguen la dirección de una nueva raza de superhombres inmortales, quienes ya no padecerán enfermedad, dolor o muerte, y eso tiene un precio: el exterminio sistemático de los minusválidos. La sociedad asiste embrutecida e impávida al holocausto del aborto y de la selección de embriones, y la eliminación de minusválidos es legal y está ampliamente extendida desde hace años.

Una sola mano me ha bastado para escribir esto, y un solo dedo me basta para señalarte y decirte ¿tú vas a hacer algo para impedirlo?

Revista Arbil nº 71-72
Por: Daniel Arnal Meseguer