En Chile se realizó el lanzamiento del libro "El Cristiano y la Política", del Cardenal Jorge Medina Estévez, Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
El texto, promovido por la Escuela Nacional de Líderes Católicos, aborda varios de los temas más actuales de la agenda pública nacional como la vida, el aborto, la familia, el acuerdo de vida en pareja, entre otros.
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En su presentación el Cardenal afirmó que "las encuestas, aunque son importantes, no son ni pueden ser el criterio último y definitivo para considerar determinadas opciones como conducentes al bien común y a la realización del ser humano".
Agregó que "estas afirmaciones no son compartidas por quienes se guían por el relativismo y creen en el dogma de la omnipotencia de las mayorías que piensan poder actuar como una retroexcavadora, según la expresión de un político. Políticos sensatos, aunque agnósticos, valoran, por el contrario, la estrategia del diálogo, y eso es positivo".
Sin embargo, enfatizó que "es necesario advertir que el diálogo no significa partir de cero, como si todo fuera discutible y transable. Un diálogo sincero implica establecer las posiciones básicas de las partes dialogantes, y no pretende que, a través de estrategias, presiones, amenazas o prepotencia, alguna de las partes renuncie a principios innegociables".
En el libro, en una de las cartas dirigidas a uno de los senadores de la República de Chile, el Purpurado afirma que le ha "extrañado profundamente los dichos de un conocido portavoz de una organización de personas homosexuales, en el sentido de que no habría por qué escuchar, en sede del Senado, el parecer de la Iglesia Católica, así como el de las comunidades cristianas evangélicas".
El Cardenal Medina denuncia que "lo que los movimientos homosexuales persiguen –y van consiguiendo en algunos lugares– es que se reconozca como totalmente legítima la actividad homosexual, que se la considere como un ejercicio respetable y que todo juicio negativo al respecto llegue a ser considerado y aún castigado como un delito".
Y asegura que "no descansarán hasta poder conseguirlo y harán uso para lograrlo de todo tipo de presiones psicológicas, judiciales y políticas.
En su presentación dijo sobre el aborto que "he escuchado, con estupor, la afirmación de que alguien, precisamente porque desea evitar abortos, pretende que se legalice el aborto. Para un católico ese modo de pensar es inaceptable, ya que una larguísima tradición que desemboca en el Concilio Vaticano II, califica el aborto, todo aborto procurado y directo, y cualquier aborto, como un crimen abominable".
Expresó además que "nadie tiene el derecho de matar a un ser humano inocente, porque esa acción tiene el terrible nombre de asesinato. Aquí no hay transacción posible. Eso explica el porqué de la severísima pena canónica de excomunión que la Iglesia aplica a quienes se hacen responsables de la realización de un aborto".
El Cardenal dijo finalmente que como Iglesia, "nuestra lucha tiene por objeto obtener que se respete la verdad, porque creemos firmemente que en ella estriba la grandeza y plenitud de casa ser humano, así como de las comunidades y sociedades en que realizamos nuestra existencia temporal".