El Vía Crucis en el Coliseo romano con el Papa Francisco se centrará en el sufrimiento de las víctimas de trata, por lo que las meditaciones del próximo Viernes Santo llamarán a una ayuda concreta.
En declaraciones a EWTN y ACI Prensa, sor Eugenia Bonetti, misionera de la Consolata y encargada de escribir los textos del Vía Crucis con el Papa Francisco de este año, dijo que aunque Cristo ha muerto hace dos mil años, continúa muriendo "en nuestras calles y nos pide ser nosotros mismos samaritanos, nos pide ser nosotros el Cirineo, ser nosotros la Verónica, de secar aquel rostro que tiene lágrimas, sudor, que está sucio por la calle, por la humillación, y Él nos pide hacer esto hoy".
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Al saber que ella escribiría las meditaciones del Vía Crucis del Papa de este año, sor Eugenia dijo que no se asustó porque pensó que "cada persona que nosotros encontramos está viviendo su Vía Crucis".
En ese sentido, dijo que escribir las meditaciones ha sido "un modo para volver a ver su vida, junto a las vidas de tantas mujeres que ha encontrado, tantas Cirineas, con las cuales ha colaborado, y buscar colocar alguna parte, algún mosaico, para hacer emerger el Vía Crucis hoy".
La misionera trabaja en Italia en contra de la trata de personas desde hace 25 años, después de haber vivido otros 25 años en África, continente que "fue mi noviciado, que me ha ayudado después a entender los dramas que otras personas viven, no en África, sino en mi mismo país [Italia], llamado civil y cristiano", explicó.
En esta línea, sor Eugenia destacó a ACI Prensa la riqueza de las mujeres africanas que ha conocido durante estos años, "llenas de vida, con deseos de vivir, serenas y alegres; pero después las encontré en mi país, en la calle, verdaderamente destruidas en todos los sentidos, y entonces mi vida misionera empezó a cambiar, y dije: 'Yo debo ser misionera, no más en África sino en mi país'. Es aquí en donde el Señor me quiere en este momento".
Por ello, muchos la han llamado "misionera de la calle", porque sor Bonetti ha salido a la calle "para encontrar a estas jóvenes y entender sus dramas, secar sus lagrimas y ofrecerles oportunidades de reintegración, posibilidades para que si vuelven a sus casas tengan proyectos para que no regresen a casa sin nada".
La prostitución es una "realidad que las rompe en dos", señaló sor Eugenia, porque "por una parte, se sienten buscadas y usadas y por otra, se siente despreciadas".
"Esto me ha ayudado como misionera a acercarme a ellas. Desde que comencé a entender en un centro de acogida esta realidad, mi vida cambió. Antes soñaba volver a África, y después dije: 'no, mi África está aquí, dónde están estas personas y el Señor quiere que ayude a ellas'. Entonces, desde hace 25 años me convertí en misionera de la calle".