La madre italiana de 26 años, María Cristina Cella Mocellin, fue diagnosticada de cáncer cuando estaba embarazada, ella dio su vida por el bien de su bebé, un acto que la pone en camino a los altares.
El Papa Francisco autorizó este 30 de agosto la promulgación del decreto de la Congregación para las Causas de los Santos que reconoce las virtudes heroicas de la Sierva de Dios, Cella Mocellin.
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Maria Cristina nació en 1969 en un pueblo llamado Cinisello Balsamo, ubicado en Milán (Italia), en el seno de una familia de sólidos principios cristianos. Desde muy joven fue al oratorio parroquial, donde recibió las bases de la fe católica, y recibió el catecismo de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret.
De adolescente, se comprometió con entusiasmo como catequista y animadora del oratorio, con carácter fuerte y coherente. Durante sus estudios en el bachillerato lingüístico 'Regina Pacis' de Cusano Milanese, conoció la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora de Don Bosco y comenzó un camino de discernimiento vocacional.
"Señor, muéstrame el camino: no importa si me quieres como madre o como religiosa, lo que realmente importa es que siempre haga tu voluntad", escribió en su diario espiritual en 1985.
Su vocación se hizo patente cuando, a los 16 años, conoció a Carlo Moccellin mientras estaba de vacaciones con su familia en Valstagna (Vicenza), con quién siguió el llamado a la vida matrimonial.
En el verano de 1987, cuando acababa de cumplir 18 años, le apareció un sarcoma en la pierna izquierda y fue operada por primera vez el 9 de diciembre. Maria Cristina terminó su educación secundaria antes de casarse con Carlo en 1991.
"Me di cuenta de que todo es un regalo, incluso una enfermedad, porque si se vive de la mejor manera, realmente puede ayudar a crecer", le escribió a Carlo en 1988.
Después de tener dos hijos, Francesco y Lucia, en otoño de 1993, volvió a quedarse embarazada, pero, junto con el embarazo, apareció un nuevo sarcoma en la misma pierna que la había puesto a prueba cinco años antes.
Ella señaló que su primer pensamiento al saber que su enfermedad había regresado fue su bebé por nacer.
"Mi reacción fue repetir varias veces '¡estoy embarazada! ¡Estoy embarazada! Pero estoy embarazada, doctor'", escribió en una carta de 1995 a su pequeño Riccardo. "Me resistí a entregarte con todas mis fuerzas, tanto que el médico lo entendió todo y no dijo nada más", agregó.
La Sierva de Dios, con el apoyo de su marido, decidió someterse únicamente a un tratamiento médico que no pusiera en peligro la vida del niño. Por ello, en 1994 se sometió a una operación local y sólo después de dar a luz comenzó con el nuevo tratamiento contra el tumor, pero en ese momento, el cáncer ya se había extendido a sus pulmones.
"Creo que Dios no permitiría el dolor si no quisiera obtener un bien secreto y misterioso pero real", escribió. "Creo que algún día entenderé el significado de mi sufrimiento y agradeceré a Dios por ello", resaltó.
El 22 de octubre de 1995 murió a los 26 años de edad, pero su historia, sigue inspirando a muchas personas en la lucha provida. En su carta a Riccardo, que escribió un mes antes de morir, destacó la belleza de su vida.
"Querido Ricardo, debes saber que no estás aquí por casualidad. El Señor quiso que nacieras a pesar de todos los problemas que había.", comenzó. "Cuando supimos que estabas ahí, te quisimos y te deseamos con todas nuestras fuerzas", remarcó.
"Fue esa noche, en el coche de regreso del hospital, cuando te moviste por primera vez. Parecía como si estuvieras diciendo: '¡gracias mamá por quererme!'. ¿Y cómo no te vamos a querer? Eres precioso, y cuando te miro y te veo tan bonito, despierto, simpático, pienso que no hay sufrimiento en el mundo que no merezca la pena soportar por un niño", subrayó.
La Sierva de Dios señaló en una carta de 1985 a Carlo que su lema es "¡Haz todo con alegría!" y aunque a veces cueste, cuando "todo parece estar en tu contra", recuerda que la luz "viene después de las tinieblas, así que, después de la desesperación, redescubre la alegría".
Esta alegría moldeó su amor por Dios y su amor por Carlo.
"¿No crees que es extraordinario?" María Cristina le preguntó a su futuro esporo en 1987. "Si no fuera por ti y por mí, que nos amamos, el mundo carecería de ese algo que nadie más en nuestro lugar podría dar".
También escribió sobre el amor de Dios y el llamado a la perfección.
"Me hago santa en la medida en que me vacío de todo, quito todo impedimento de mi mente, corazón y vida para dejarme penetrar por completo por el amor de Dios", recalcó a Carlo en 1990. "Más concretamente, significa vivir la vida cotidiana con gran sencillez, en la familia, en el estudio, en la relación contigo, Carlo. Mi lugar está en lo simple y 'rutinario'", remarcó.
El año en que murió, escribió en otra carta que, aunque su salud era precaria era feliz y remarcó que le daba "vergüenza pedirle al Señor cualquier otra cosa, para nosotros el milagro ya está ahí: si Él nos ama y nos amamos, nada más importa".
Traducida y adaptada por Harumi Suzuki. Publicada originalmente en CNA.