Abuelos que tienen que darles un sentido de la vida con su experiencia. Abuelos que no están encerrados en la melancolía de su historia, sino abiertos para darles esto. Y para nosotros, este " levántate, mira, espera" se llama "soñar". Somos abuelos llamados a soñar y dar nuestros sueños a los jóvenes de hoy que lo necesitan. Porque tomarán de nuestros sueños la fuerza para profetizar y llevar a cabo su tarea.
Me viene a la mente el pasaje del Evangelio de Lucas (2.21 a 38); Simeón y Ana, dos abuelos, pero ¡Que capacidad de soñar tenían estos dos! Y todo ese sueño se lo contaron a San José, a la Virgen María, a la gente; y Ana iba hablando aquí y allá y decía: "¡Es él! ¡Es él!", y proclamaba el sueño de su vida. Y eso es lo que hoy el Señor nos pide: que seamos abuelos.
Que tengamos vitalidad para dar a los jóvenes, porque los jóvenes la esperan de nosotros; que no nos encerremos, para darles lo mejor que tenemos: esperan de nosotros la experiencia, nuestros sueños positivos para llevar a cabo la profecía y la tarea.
Pido al Señor para todos nosotros que nos conceda esta gracia. También para aquellos que aún no han llegado a ser abuelos: Vemos al presidente [de los obispos] de Brasil, es un jovenzuelo... pero llegará… La gracia de ser abuelos, la gracia de soñar, y dar este sueño a nuestros jóvenes: lo necesitan.