En sus palabras posteriores al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó la beatificación del sacerdote jesuita Tiburcio Arnaiz Muñoz, fundador de las Misioneras de las Doctrinas Rurales, celebrada el 20 de octubre en la Catedral de Málaga (España).
"Agradecemos al Señor por el testimonio de este celoso ministro de reconciliación e incansable anunciador del Evangelio, especialmente entre los humildes y los olvidados", dijo el Papa.
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El Santo Padre aseguró que el testimonio del Beato Arnaiz "nos impulsa a ser agentes de misericordia y misioneros valientes en todos los entornos".
"Que su intercesión sostenga nuestro camino", dijo, para luego pedir un "aplauso al Beato Tiburcio".
A la Misa de beatificación del P. Arnaiz, presidida por el Cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, asistieron alrededor de 8.500 personas.
En su homilía, el Cardenal Becciu aseguró que "el Beato Tiburcio Arnaiz Muñoz, con el intenso sabor de su fiel testimonio del Evangelio hasta el heroísmo, supo impregnar de la doctrina de Cristo el ambiente en el que vivió, contribuyendo así a la misión de la Iglesia en el mundo".
"El intenso y fructífero ministerio apostólico de este celoso sacerdote e hijo espiritual de San Ignacio de Loyola se ejerció sobre el fundamento de la fe y de la caridad, todo orientado a la edificación de las almas y a la salvación de quienes fueron objeto de su cuidado pastoral", dijo.
El P. Arnaiz nació en Valladolid (España) en 1865, y fue ordenado sacerdote en 1890. Entró en la Compañía de Jesús (jesuitas) el 30 de marzo de 1902.
Desarrolló su ministerio pastoral principalmente en Málaga entre 1912 y 1926, año de su muerte.
Realizó una importante catequesis en sectores rurales, dedicando su apostolado a todas las clases sociales.