El P. David Fernández Dávalos, sacerdote jesuita y rector de la Universidad Iberoamericana en México, expresó recientemente su apoyo a la agenda gay, y defendió que el mal llamado "matrimonio" homosexual se extienda a todo el país.
En un artículo titulado "Una oportunidad para la Corte", publicado por el diario mexicano Reforma, Fernández Dávalos alentaba a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a admitir un amparo presentado por el lobby gay en el estado de Yucatán, que pedía que se reconozca el matrimonio y concubinato de parejas homosexuales.
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La Primera Sala de la SCJN falló en contra al amparo solicitado por el colectivo homosexual el 31 de mayo.
El sacerdote jesuita, que fue Director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez entre 1994 y 1998, destacó que "se ha roto el muro de la invisibilización" hacia el colectivo homosexual en el país gracias al "reconocimiento del matrimonio igualitario en la Ciudad de México y las resoluciones que la Suprema Corte ha emitido validando el matrimonio de las parejas del mismo sexo en otras partes del país".
Sin embargo, dijo, "queda todavía un gran trecho por recorrer para lograr condiciones reales de igualdad hacia las personas con una orientación sexual distinta a la heterosexual".
El rector de la Universidad Iberoamericana lamentó que los congresos estatales no hayan modificado sus legislaciones para favorecer el "reconocimiento del matrimonio y el concubinato igualitarios", por lo que "si una pareja del mismo sexo se quiere casar tiene que recurrir al juicio de amparo".
Para el sacerdote jesuita, congresos estatales como el de Yucatán, al no legislar a favor del matrimonio gay, cometen una "negligencia" que deja "desprotegidas" a las parejas homosexuales.
La enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad
La enseñanza católica respecto de la homosexualidad está resumida en tres artículos del Catecismo de la Iglesia Católica: 2357, 2358 y 2359. En estos artículos la Iglesia enseña que los homosexuales "deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta".
La homosexualidad como tendencia, explica el Catecismo, es "objetivamente desordenada", y "constituye para la mayoría de ellos (los homosexuales) una auténtica prueba".
Apoyada en la Sagrada Escritura, añade, "la Tradición ha declarado siempre que 'los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados' (...) Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso".
El Catecismo señala finalmente que "las personas homosexuales están llamadas a la castidad", por lo que "mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana".
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- ACI Prensa (@aciprensa) 1 de junio de 2017