El Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce las virtudes heroicas del político italiano Giorgio La Pira, a quien se le comenzó a llamar desde su muerte "el alcalde santo".
La Pira nació el 9 de enero de 1904 y sirvió durante 15 años como alcalde de la ciudad de Florencia. Fue abogado, profesor universitario, laico comprometido en la Iglesia y un agente de paz en todo el mundo, siendo protagonista de las negociaciones para poner fin a la guerra de Vietnam, adonde viajó en 1965 para encontrarse con el entonces primer ministro Ho Chi Minh.
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Siendo laico, fue también terciario dominico y franciscano. Participó en la Acción Católica. Lo eligieron como miembro de la asamblea constituyente italiana de 1946. Además fue diputado y ministro de trabajo.
En 1923, con solo 19 años, le escribe a su director espiritual una carta en la que expresa su profunda cercanía con la Eucaristía: "Esta mañana la conmoción que me ha acompañado toda la vida es mayor, más intensa: con una progresión de amor que nunca habría previsto, la presencia del Santísimo me clava con fuerza en una adoración que no tiene límites".
En 1959 se convirtió en el primer político que atravesó la "Cortina de Hierro", cuando viajó a Moscú para fomentar la paz y la unidad entre Oriente y Occidente, un proyecto que plasmó en los "congresos por la paz y la civilización cristiana" y los "coloquios mediterráneos para la reconciliación de las religiones de la familia de Abraham".
También fue conocida su amistad con Pío XII, San Juan XXIII y el Beato Pablo VI.
En una carta enviada a Pablo VI, La Pira afirmó: "Unificar el mundo, ese es el –único‒ problema de hoy: unificarlo haciendo puentes por todas partes y derribando muros por todas partes. Pues bien, esta unificación no es posible –casi no tiene sentido‒ si no pasa (en cierta manera) por Pedro. Es decir, ¡si esta unificación jurídica y política entre los Estados no se ve acompañada de una relación unificadora (jurídica y política, en sentido profundo) entre los Estados y la Iglesia!"
De acuerdo a los registros de la Fondazione La Pira, en 1976 escribió un claro artículo sobre el aborto en L'Osservatore Romano, el diario del Vaticano, cuando se discutía una ley al respecto en Italia.
En el artículo resaltó que "el aborto no es solo matar a un no nacido (un 'homicidio', como los Padres de la Iglesia lo definen enseguida): se 'introduce', menoscabándolo, en el plan teleológico de la historia, de la esperanza histórica, trastocando inmensurablemente el plan histórico trascendente de Dios y haciendo que 'se desmoronen' ‒si es posible‒ la civilización humana, el cuerpo místico y el cuerpo de las naciones por entero".
"El aborto no es un acto que libera a la mujer, es más, la relega para siempre, en un cierto sentido, a una esclavitud interior: ninguna 'intervención humana' puede liberarla", destacó en aquella oportunidad.
El político italiano falleció el 5 de noviembre de 1977 en Florencia. Según la Fondazione La Pira, "una procesión interminable de ciudadanos, amigos, personalidades de todos los credos religiosos y políticos, llegados desde todos los rincones de Italia y alguno también del extranjero, rinden un conmovedor homenaje a La Pira, al que ya todos definen como el 'alcalde santo'".
En otra carta sobre la vida espiritual, La Pira afirmó: "Yo rezo, rezo, rezo. No por mí, sería una oración miserable y ofensiva: rezo, oh Señor, por todos los hombres que no te conocen y, como yo antes, no saben dónde está el lugar de Tu Cena perpetua".
El 9 de enero de 1986 el Cardenal Silvano Piovanelli, Arzobispo de Florencia, abrió el proceso de beatificación de Giorgio La Pira.
La aprobación de las virtudes heroicas es tal vez el paso más complejo y largo en el proceso de beatificación de un fiel católico, ya que con el decreto se reconoce que el Siervo de Dios ha vivido en grado heroico la fe, la esperanza y la caridad; para lo cual se debe haber investigado en detalle su vida y escritos.
Con la aprobación de las virtudes heroicas anunciada este 5 de julio, la causa de Giorgio La Pira queda a la espera de un milagro obrado por su intercesión para proceder a la beatificación.