El Papa Francisco realizó una histórica visita a los líderes de la Iglesia Ortodoxa de Rumanía en Bucarest durante su primer día de viaje apostólico a este país de Europa en la cual pidió "caminar juntos" a favor de la sociedad y la familia para ir más allá de la "cultura del odio".
Tras reunirse con el Patriarca Daniel en privado, el Santo Padre encontró al Sínodo permanente de la Iglesia Ortodoxa Rumana en el Palacio del Patriarcado a quienes destacó la "necesidad de ayudarnos para no rendirnos a las seducciones de una 'cultura del odio' e individualista que, tal vez no sea tan ideológica como en los tiempos de la persecución ateísta" pero que es sin embargo "más persuasiva e igual de materialista".
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En su discurso, el Santo Padre recordó a los cristianos perseguidos actuales y en la historia de Rumanía, e hizo referencia a los siete obispos greco-católicos mártires que beatificará el próximo domingo. "Aquí -como en tantos otros lugares actuales- han experimentado la Pascua de muerte y resurrección: muchos hijos e hijas de este país, de diferentes Iglesias y comunidades cristianas, han sufrido el viernes de la persecución, han atravesado el sábado del silencio, han vivido el domingo del renacimiento", afirmó.
"¡Cuántos mártires y confesores de la fe! Muchos, de confesiones distintas y en tiempos recientes, han estado en prisión uno al lado del otro apoyándose mutuamente. Su ejemplo está hoy ante nosotros y ante las nuevas generaciones que no han conocido aquellas dramáticas condiciones", explicó el Papa.
Por ello, Francisco remarcó que "aquello por lo que han sufrido, hasta el punto de ofrecer sus vidas, es una herencia demasiado valiosa para que sea olvidada o mancillada. Y es una herencia común que nos llama a no distanciarnos del hermano que la comparte".
Además, el Papa Francisco recordó la visita de San Juan Pablo II a Bucarest en 1999: "hace veinte años, el encuentro entre nuestros predecesores fue un regalo pascual, un evento que contribuyó no solo al resurgir de las relaciones entre ortodoxos y católicos en Rumania, sino también al diálogo entre católicos y ortodoxos en general".
En esta línea, el Santo Padre destacó que aquella visita de San Juan Pablo II fue la primera vez que un obispo de Roma visitó un país de mayoría ortodoxa ocasión que "allanó el camino para otros eventos similares".
"Me gustaría dirigir un pensamiento de grata memoria al Patriarca Teoctist. Cómo no recordar el grito espontáneo "Unitate, unitate", que se elevó aquí en Bucarest en aquellos días. Fue un anuncio de esperanza que surgió del Pueblo de Dios, una profecía que inauguró un tiempo nuevo: el tiempo de caminar juntos en el redescubrimiento y el despertar de la fraternidad que ya nos une", dijo el Papa.
En este sentido, el Papa Francisco señaló la importancia de "caminar juntos con la fuerza de la memoria". Pero explicó que "no la memoria de los males sufridos e infligidos, de juicios y prejuicios, que nos encierran en un círculo vicioso y conducen a actitudes estériles, sino la memoria de las raíces: los primeros siglos en los que el Evangelio, anunciado con parresia y espíritu de profecía, encontró e iluminó a nuevos pueblos y culturas; los primeros siglos de los mártires, los Padres y confesores de la fe, de la santidad vivida y testimoniada cotidianamente por tantas personas sencillas que comparten el mismo Cielo".
Asimismo, el Pontífice alentó a la Iglesia Ortodoxa de Rumanía a "caminar juntos a la escucha del Señor" y puso como ejemplo el pasaje evangélico de San Lucas cuando Jesús "caminaba con los discípulos hacia Emaús. Ellos discutían de lo que había sucedido, de sus inquietudes, dudas e interrogantes. El Señor los escuchó pacientemente y con toda franqueza conversó con ellos ayudándolos a entender y discernir lo que había sucedido".
"También nosotros necesitamos escuchar juntos al Señor, especialmente en estos últimos años en que los caminos del mundo nos han conducido a rápidos cambios sociales y culturales. Son muchos los que se han beneficiado del desarrollo tecnológico y el bienestar económico, pero la mayoría de ellos han quedado inevitablemente excluidos, mientras que una globalización uniformadora ha contribuido a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la ética y la vida en común, contaminada en tiempos recientes por una sensación generalizada de miedo y que, a menudo fomentada a propósito, lleva a actitudes de aislamiento y odio", expresó.
De este modo, el Santo Padre destacó "la necesidad de ayudarnos para no rendirnos a las seducciones de una 'cultura del odio' e individualista que, tal vez no sea tan ideológica como en los tiempos de la persecución ateísta, es sin embargo más persuasiva e igual de materialista. A menudo nos presenta como una vía para el desarrollo lo que parece inmediato y decisivo, pero que en realidad solo es indiferente y superficial".
"La fragilidad de los vínculos, que termina aislando a las personas, afecta en particular a la célula fundamental de la sociedad, la familia, y nos pide el esfuerzo de salir e ir en ayuda de las dificultades de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de los más jóvenes, no con desaliento y nostalgia, como los discípulos de Emaús, sino con el deseo de comunicar a Jesús resucitado, corazón de la esperanza", afirmó.
Por último, el Pontífice alentó a "caminar juntos hacia un nuevo Pentecostés" y señaló que "nuestro camino se ha reanudado a partir de la certeza de tener al hermano a nuestro lado, para compartir la fe fundada en la resurrección del mismo Señor" y aseguró las oraciones de la Iglesia Católica:
"Queridos hermanos: Caminemos juntos en alabanza de la Santísima Trinidad y en beneficio mutuo para ayudar a nuestros hermanos a ver a Jesús. Les renuevo mi gratitud y les aseguro el afecto, la amistad y la oración mías y de la Iglesia Católica", concluyó.