Ante los 60.000 fieles que llenaron el Estadio Zimpeto de Maputo para asistir a la Santa Misa presidida por el Papa Francisco, último evento en Mozambique antes de continuar su viaje apostólico por África, el Santo Padre hizo un llamado a la reconciliación de los mozambiqueños y a superar las heridas de la guerra civil que se desarrolló entre 1977 y 1992 y cuyas consecuencias aún se sienten en el país.
El Papa recordó el mensaje de Jesús en el Evangelio: "Amad a vuestros enemigos". Se trata de "unas palabras también dirigidas a nosotros hoy, que lo escuchamos en este estadio".
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Las palabras de Francisco, pronunciadas bajo una fuerte lluvia que no parecía molestar a las decenas de fieles que escuchaban en silencio las palabras del Pontífice y que secundaban con entusiasmo los cánticos litúrgicos de fuerte identidad africana, sonaron proféticas para una población que sufrió una de las guerras civiles más largas de la África posterior a las independencias.
Francisco señaló que la reconciliación es más necesaria en cuanto que muchos mozambiqueños han sufrido en primera persona la violencia de la guerra.
"Muchos de vosotros todavía podéis contar en primera persona historias de violencia, odio y desencuentros; algunos en carne propia, otros de alguien conocido que ya no está, otros incluso por el miedo de que heridas del pasado se repitan e intenten borrar el camino recorrido de paz".
Por ello, reconoció que "es difícil hablar de reconciliación cuando las heridas causadas en tantos años de desencuentro están todavía frescas o invitar a dar ese paso de perdón que no significa ignorar el dolor o pedir que se pierda la memoria o los ideales".
Aun así, "Jesucristo invita a amar y a hacer el bien; que es mucho más que ignorar al que nos hizo daño o hacer el esfuerzo para que no se crucen nuestras vidas: es un mandato a una benevolencia activa, desinteresada y extraordinaria con respecto a quienes nos hirieron".
Además, recordó que Jesús también pide bendecir y orar por los enemigos, "es decir, que nuestro decir sobre ellos sea un bien-decir, generador de vida y no de muerte, que pronunciemos sus nombres no para el insulto o la venganza sino para inaugurar un nuevo vínculo para la paz".
"Con esta invitación, Jesús quiere clausurar para siempre la práctica tan corriente, de ayer y de hoy, de ser cristianos y vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una nación, una sociedad sustentada en la 'equidad' de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el 'ojo por ojo, diente por diente'".
En su homilía, el Papa Francisco hizo hincapié en que "ninguna familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país, tiene futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es la venganza y el odio".
"No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para planificar ocasiones de desquite bajo formatos aparentemente legales".
"La 'equidad' de la violencia siempre es un espiral sin salida y su costo es muy alto", insistió. "Otro camino es posible porque es crucial no olvidar que nuestros pueblos tienen derecho a la paz. Vosotros tenéis derecho a la paz".
El Pontífice hizo un llamado a "superar los tiempos de división y violencia", lo cual "supone no sólo un acto de reconciliación o la paz entendida como ausencia de conflicto, sino el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros de tener una mirada atenta y activa que nos lleve a tratar a los demás con esa misericordia y bondad con la que queremos ser tratados; misericordia y bondad especialmente hacia aquellos que, por su condición, son rápidamente rechazados y excluidos".
"Se trata de una actitud de fuertes y no de débiles, una actitud de hombres y mujeres que descubren que no es necesario maltratar, denigrar o aplastar para sentirse importantes, sino al contrario".
El Papa Francisco finalizó su homilía con una crítica a la corrupción, y recordó que, mientras en Mozambique mucha gente vive bajo el umbral de la pobreza, "a veces pareciera que quienes se acercan bajo el supuesto deseo de ayudar, tienen otros intereses. Y es triste cuando esto se constata entre hermanos de la misma tierra que se dejan corromper; es muy peligroso aceptar que este sea el precio que tenemos que pagar ante la ayuda extranjera".