El Papa Francisco señaló esta mañana que "la Iglesia es una madre sin límites ni fronteras que acoge al inmigrante", durante la audiencia que ha concedido esta mañana en el Vaticano a los participantes del VII Congreso Mundial de la Pastoral de los Migrantes que se ha celebrado esta semana en Roma.
En su mensaje, el Santo Padre ha reconocido que "por desgracia, los migrantes a menudo viven en situaciones de frustración, de desesperación y soledad, y añadiría de marginación".
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Para Francisco, "'la Iglesia, además de ser una comunidad de creyentes que reconoce a Jesucristo en los rostros de los demás, es una madre sin fronteras y sin límites. Es madre de todos y se esfuerza por alimentar la cultura de la acogida y la solidaridad, en que ninguno es inútil, está fuera de lugar o es para descartar".
El Santo Padre dijo luego que "el trabajador migrante está a mitad entre la erradicación y la integración. Y es aquí donde la Iglesia quiere ser un lugar de esperanza: elabora programas de formación y sensibilización; levanta su voz en defensa de los derechos de los migrantes; proporciona asistencia, incluida la material, sin excepciones para que todos sean tratados como hijos de Dios".
Por esto, "en el encuentro con los migrantes, es importante adoptar una perspectiva integral, capaz de mejorar su potencial en lugar de ver en ellos sólo un problema que resolver... Esto requiere que se establezcan para todos niveles mínimos de participación en la vida de la comunidad humana. Y todavía es más necesario en la comunidad cristiana, en la que nadie es un extraño y, por lo tanto, todo el mundo merece acogida y apoyo''.
En opinión, del Santo Padre, los migrantes, "con su propia humanidad, incluso más que con sus valores culturales, amplían el sentido de la fraternidad humana. Al mismo tiempo, su presencia es un recordatorio de la necesidad de erradicar la desigualdad, la injusticia y la opresión. De esta manera, los migrantes pueden convertirse en socios en la construcción de una identidad más rica para la comunidad que los acoge, estimulando el desarrollo de sociedades inclusivas, creativas y respetuosas de la dignidad de todos''.
Sobre la labor de la Iglesia en este campo, recordó que "la comunidad cristiana, se esfuerza continuamente en acoger a los emigrantes y en compartir con ellos los dones de Dios, especialmente el don de la fe".
Además '"promueve proyectos en la evangelización y en el acompañamiento de los migrantes a lo largo de su viaje, empezando por el país de origen a través de los países de tránsito hacia el país de acogida, con especial atención a satisfacer sus necesidades espirituales a través de la catequesis, de la liturgia y la celebración de los sacramentos".
En este sentido, el Pontífice subrayó que "los agentes de pastoral desempeñan un valioso papel invitando al diálogo, a la acogida y a la legalidad y un papel de mediación con las personas del lugar de llegada. En los países de origen, en cambio, la proximidad a las familias y a los jóvenes con padres migrantes puede mitigar los efectos negativos de su ausencia".
La inmigración, por tanto, "sigue siendo una aspiración a la esperanza, a pesar de los acontecimientos dramáticos registrados en los últimos años".