Al celebrar una multitudinaria y animada Misa en Sudán del Sur este domingo 5 de febrero, el Papa Francisco alentó a mostrar que es "posible vivir la gratuidad, tener esperanza y construir todos juntos un futuro reconciliado".
Se trató del último evento de su 40 viaje apostólico internacional que realizó a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur, en África.
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La Misa se realizó en inglés y fue animada con alegres cantos entonados por un numeroso coro.
Según indicaron las autoridades locales, más de 100 mil personas asistieron a la Santa Misa en el Mausoleo "John Garang", un líder político que encabezó la independencia del país y falleció en 2011.
En su homilía, el Papa Francisco exhortó a que, "en el nombre de Jesús, de sus Bienaventuranzas, depongamos las armas del odio y de la venganza para empuñar la oración y la caridad; superemos las antipatías y aversiones que, con el tiempo, se han vuelto crónicas y amenazan con contraponer las tribus y las etnias".
"Aunque el corazón sangre por los golpes recibidos, renunciemos de una vez por todas a responder al mal con el mal, y nos sentiremos bien interiormente; acojámonos y amémonos con sinceridad y generosidad, como Dios hace con nosotros. Cuidemos el bien que tenemos, ¡no nos dejemos corromper por el mal!", pidió.
En esta línea, el Santo Padre explicó que visitó Sudán del Sur para proclamar a Dios y "confirmarlos en Él, porque el anuncio de Cristo es anuncio de esperanza", y añadió que el Señor, "en efecto, conoce las angustias y los anhelos que llevan en el corazón, las alegrías y las fatigas que marcan sus vidas, las tinieblas que los oprimen y la fe que, como un canto en la noche, elevan al cielo".
"Jesús los conoce y los ama; si permanecemos en Él, no debemos temer, porque también para nosotros cada cruz se transformará en resurrección, cada tristeza en esperanza, cada lamento en danza", señaló.
Asimismo, el Papa Francisco reflexionó en el pasaje del Evangelio de San Mateo en el que Jesús invita a sus discípulos a ser la sal y la luz de la tierra.
"Queridos hermanos y hermanas, les deseo que sean sal que se esparce y se disuelve con generosidad para dar sabor a Sudán del Sur con el gusto fraterno del Evangelio; que sean comunidades cristianas luminosas que, como ciudades puestas en lo alto, irradien una luz de bien a todos y muestren que es hermoso y posible vivir la gratuidad, tener esperanza, construir todos juntos un futuro reconciliado", dijo el Papa.
Para ello, el Santo Padre subrayó la importancia de las Bienaventuranzas, que "son la sal de la vida del cristiano; llevan a la tierra la sabiduría del cielo; revolucionan los criterios del mundo y del modo habitual de pensar".
De este modo, el Sucesor de Pedro explicó que "para ser bienaventurados -es decir, plenamente felices-, no tenemos que buscar ser fuertes, ricos y poderosos; más bien, humildes, mansos y misericordiosos. No hacer daño a nadie, sino ser constructores de paz para todos".
Luego, alentó a "testimoniar la alianza con Dios en la alegría, con gratitud, mostrando que somos personas capaces de crear lazos de amistad, de vivir la fraternidad, de construir buenas relaciones humanas, para impedir que la corrupción del mal, el morbo de las divisiones, la suciedad de los negocios ilícitos y la plaga de la injusticia prevalezcan".
"Antes de preocuparnos por las tinieblas que nos rodean, antes de esperar que algo a nuestro alrededor se aclare, se nos exige brillar, iluminar, con nuestra vida y con nuestras obras, la ciudad, las aldeas y los lugares donde vivimos, las personas que tratamos, las actividades que llevamos adelante", advirtió.
Después, el Papa indicó: "Estoy con ustedes y les deseo que experimenten la alegría del Evangelio, el sabor y la luz que el Señor, el Dios de la paz, el Dios de todo consuelo, quiere infundir en cada uno de ustedes".
En el momento del intercambio de la paz, las miles de personas exultaron y se saludaron emotivamente.
Al concluir la Misa, el Arzobispo de Yuba, Mons. Stephen Ameyu Martin Mulla, relató algunos de los sufrimientos y de los grandes desafíos a los que se están enfrentando. Luego, el Santo Padre agradeció sus palabras y dirigió el rezo del Ángelus.
Mientras el Papa Francisco se marchaba en silla de ruedas y bendecía a los presentes, el coro entonó alegres cantos y se apreciaron bellos bailes.