"¡Cómo quisiera que el 2021 fuera el año en que se escribiese finalmente la palabra fin al conflicto sirio, que ya hace diez años que comenzó!", expresó el Papa Francisco este 8 de febrero ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.
En su discurso pronunciado en esta importante audiencia anual, el Santo Padre señaló varias consecuencias de la pandemia, y se refirió a Tierra Santa y países como Siria, Líbano.
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"¡Cómo quisiera que el 2021 fuera el año en que se escribiese finalmente la palabra fin al conflicto sirio, que ya hace diez años que comenzó! Para que eso suceda, se necesita un renovado interés también de parte de la Comunidad internacional para afrontar con sinceridad y valentía las causas del conflicto y buscar soluciones por medio de las cuales todos, independientemente de la pertenencia étnica y religiosa, puedan contribuir como ciudadanos al futuro del país", advirtió.
El Santo Padre recordó a Yemen y "a la amada Siria, donde, además de otras graves emergencias, la inseguridad alimentaria aflige a gran parte de la población y los niños están extenuados a causa de la malnutrición".
En esta línea, el Papa alertó que "en diversos casos las crisis humanitarias se han agravado por las sanciones económicas, que terminan en su mayor parte por repercutir principalmente en los sectores más débiles de la población, más que en los responsables políticos".
"Por lo tanto, aun comprendiendo la lógica de las sanciones, la Santa Sede no ve su eficacia y espera su relajación, también para favorecer el flujo de ayudas humanitarias, sobre todo de medicamentos e instrumentos sanitarios, sumamente necesarios en este tiempo de pandemia", añadió.
En este sentido, el Papa señaló que "la coyuntura que estamos atravesando sea igualmente un estímulo para condonar, o por lo menos reducir, la deuda que recae sobre los países más pobres y que de hecho impide la recuperación y el pleno desarrollo".
Paz en Tierra Santa
Asimismo, el Pontífice recordó a Tierra Santa y destacó que "la confianza recíproca entre israelíes y palestinos debe ser la base para un renovado y decisivo diálogo directo entre las partes que resuelva un conflicto que perdura desde hace demasiado tiempo".
"Invito a la Comunidad internacional a sostener y a facilitar dicho diálogo directo, sin pretender imponer soluciones que no tengan como horizonte el bien de todos. Palestinos e israelíes -estoy seguro- albergan el deseo de poder vivir en paz", afirmó el Papa.
Del mismo modo, el Santo Padre pidió "un renovado compromiso político nacional e internacional para favorecer la estabilidad del Líbano, que está atravesado por una crisis interna y corre el riesgo de perder su identidad y de encontrarse aún más comprometido por las tensiones regionales".
Por ello, el Papa recordó cuánto es importante que "la presencia cristiana pueda ofrecer la propia contribución y no se reduzca a una minoría que hay que proteger".
"Los cristianos constituyen el tejido conector histórico y social del Líbano y a ellos, a través de las múltiples obras educativas, sanitarias y caritativas, se les ha de asegurar la posibilidad de continuar trabajando por el bien del país, del que han sido fundadores. Debilitar la comunidad cristiana puede destruir el equilibrio interno y la misma realidad libanesa", explicó.
En esta óptica, el Santo Padre se refirió también a la "presencia de los refugiados sirios y palestinos" porque "sin un proceso urgente de recuperación económica y de reconstrucción, se corre el riesgo de la quiebra del país, con la posible consecuencia de peligrosas desviaciones fundamentalistas".
De este modo, el Papa subrayó que "es necesario que todos los líderes políticos y religiosos, dejando a un lado los propios intereses, se esfuercen por perseguir la justicia y llevar adelante verdaderas reformas para el bien de los ciudadanos, obrando de modo transparente y asumiendo la responsabilidad de las propias acciones".
Por último, el Santo Padre expresó también su preocupación por la paz en Libia, la República Centroafricana, la Península coreana, el Cáucaso meridional y por las tensiones en América Latina "que tienen raíces profundas en la desigualdad, las injusticias y la pobreza, que ofenden la dignidad de las personas".