El Papa Francisco animó a adorar a Dios con una adoración auténtica. Sólo así "creceremos en el amor por todos los que siguen a Jesús, independientemente de la comunión cristiana a la que pertenezcan, porque, aunque no sean 'de los nuestros', son suyos".
El Pontífice realizó esta enseñanza en la homilía de las Segundas Vísperas de la Solemnidad de la Conversión de San Pablo Apóstol, que leyó el Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Cardenal Kurt Koch.
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El Santo Padre, no pudo presidir la ceremonia debido a los dolores que todavía padece debido a una ciática.
En las Segundas Vísperas participaron también representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma, al tratarse también de la conclusión de la Semana de oración para la Unidad de los Cristianos.
En la homilía leída por el Cardenal Koch, el Santo Padre reconoció que "amar a nuestros hermanos no es fácil, porque enseguida aparecen sus defectos y faltas, y nos vienen a la mente las heridas del pasado".
En esos momentos "nos ayuda la acción del Padre". "Pidamos, pues, al Padre que nos quite los prejuicios sobre los demás y los apegos mundanos que dificultan la plena unidad con todos sus hijos".
"Así, purificados en el amor, sabremos poner en segundo lugar las trabas terrenales y los obstáculos del pasado que hoy nos distraen del Evangelio".
En su homilía, el Papa explicó que la imagen que Jesús emplea de la vid y los sarmientos es esencial para entender la Iglesia, pues en la vid es el mismo Cristo "todos los bautizados estamos injertados como sarmientos: lo que significa que sólo podemos crecer y dar fruto cuando estamos unidos a Jesús".
Siguiendo con la imagen de la vid, el Papa insistió en que "podríamos imaginar la unidad formada por tres círculos concéntricos, como los de un tronco".
El primer círculo, "el más interno, es permanecer en Jesús. Aquí es donde comienza el camino de cada persona hacia la unidad". "La oración personal, estar con Jesús, la adoración, es lo esencial para permanecer en Él".
El segundo círculo "es el de la unidad con los cristianos. Somos sarmientos de la misma vid, somos vasos comunicantes: el bien y el mal que cada uno hace se derrama sobre los demás".
El Pontífice aseguró que "en la medida en que permanecemos en Dios nos acercamos a los demás, y en la medida en que nos acercamos a los demás permanecemos en Dios".
El tercer círculo de la unidad, "el más amplio, es toda la humanidad. Aquí podemos reflexionar sobre la acción del Espíritu Santo". "El Espíritu sopla donde quiere y por todos los lugares que quiere para conducirnos de nuevo a la unidad".
"Nos lleva a amar no sólo a los que nos quieren y piensan como nosotros, sino a todos, como Jesús nos enseñó. Nos hace capaces de perdonar a nuestros enemigos y los males que nos han hecho. Nos insta a ser activos y creativos en el amor".
El Papa Francisco concluyó: "Permanezcamos unidos en Cristo. Que el Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones, nos haga sentir hijos del Padre, hermanos y hermanas entre nosotros, hermanos y hermanas en la única familia humana. Que la Santísima Trinidad, comunión de amor, nos haga crecer en la unidad".