Durante la Audiencia General, el Papa Francisco continuó sus catequesis sobre las familias y señaló que es "el momento de que los padres y las madres regresen de su exilio y reasuman plenamente su papel educativo", pues "si la educación familiar reencuentra el orgullo de su protagonismo, muchas cosas mejorarán, para los padres inciertos y los hijos decepcionados".
El Papa Francisco habló en la Audiencia General de este miércoles de la educación a los hijos "para que crezcan en la responsabilidad de sí mismos y de los otros" dentro del ciclo sobre catequesis de la familia que comenzó hace ya unos meses.
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El Pontífice aseguró que "en nuestros tiempos no faltan las dificultades" puesto que "es difícil educar para los padres que ven sus hijos solo por la noche, cuando vuelven a casa cansados. Y aún más difícil para los padres separados, a quienes les pesa esta condición".
La realidad es que "intelectuales 'críticos' de todo tipo han callado a los padres en mil modos, para defender las jóvenes generaciones de daños –varios o presuntos – de la educación familiar".
Y, además, "la familia ha sido acusada, entre otros, de autoritarismo, de favoritismo, de conformismo, de represión afectiva que genera conflictos".
El Papa confirmó que "se ha abierto una grieta entre la familia y la sociedad, minando la confianza recíproca, y de este modo, la alianza educativa de la sociedad con la familia ha entrado en crisis".
A continuación, Francisco enumeró una serie de síntomas que así lo muestran. "Por ejemplo, en la escuela se han comprometido las relaciones entre los padres y los profesores. A veces hay tensiones y desconfianza recíproca; y las consecuencias naturalmente recaen sobre los hijos".
Por otro lado, "se han multiplicado los llamados 'expertos', que han ocupado el papel de los padres también en los aspectos más íntimos de la educación. Sobre la vida afectiva, sobre la personalidad y el desarrollo, sobre los derechos y sus deberes, los 'expertos' saben todo: objetivos, motivaciones, técnicas".
En esta situación, "los padres sólo deben escuchar, aprender a adecuarse". Uno de los problemas es que a menudo "privados de su papel, se vuelven excesivamente aprensivos y posesivos con respecto a sus hijos, hasta llegar a no corregirlos nunca".
"Tienden a confiarles siempre más a los 'expertos', también para los aspectos más delicados y personales de su vida, colocándolos en un rincón solos; y así los padres corren el riesgo de auto excluirse de la vida de sus hijos".
En su opinión, este enfoque "no es bueno: no es armónico, no es dialógico, y en lugar de favorecer la colaboración entre la familia y los otros agentes educativos, los contrapone".
"¿Cómo hemos llegado a este punto?", se preguntó él mismo. "No hay duda que los padres, o mejor, ciertos modelos educativos del pasado tenían algunos límites. Pero es también verdad que hay errores que sólo los padres están autorizados a hacer, porque pueden compensarlos de un modo que es imposible a ningún otro".
Otro de los problemas de los que alertó el Santo Padre fue la falta de tiempo que tienen los padres para estar con sus hijos, afirmando que muchos de ellos "son 'secuestrados' por el trabajo y por otras preocupaciones, avergonzados de las nuevas exigencias de los hijos y de la complejidad de la vida actual y se encuentran como paralizados por el temor a equivocarse".
No obstante, "el problema, sin embargo, no es sólo hablar" ya que "un diálogo superficial no conduce a un verdadero encuentro de la mente y del corazón".
El Papa pidió preguntarse por el camino que llevan los hijos e incluso dónde está realmente su alma. En este sentido, recordó que "las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer apoyo a la misión educativa de las familias, y lo hacen sobre todo con la luz de la Palabra de Dios".
En definitiva, "en la base de todo está el amor, aquel que Dios nos dona, que no falta al respeto, no busca su propio interés, no se enoja, no toma en cuenta el mal recibido… todo perdona, todo cree, todo espera, todo soporta", dijo parafraseando el Evangelio.
Por ello expresó que "también en las mejores familias es necesario soportarse, y ¡se necesita tanta paciencia!", dijo a los miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro.
Antes de terminar la catequesis, Francisco destacó que también Jesús tuvo una educación familiar y enseñó "hasta qué punto la raíz de estos vínculos puede florecer, hasta conducirlos más a allá de sus propios intereses".
"También en este caso, la gracia del amor de Cristo lleva a cumplir lo que está inscrito en la naturaleza humana. ¡Cuántos ejemplos estupendos tenemos de padres cristianos llenos de sabiduría humana! Ellos muestran que la buena educación familiar es la columna vertebral del humanismo".
De hecho, "su irradiación social es el recurso que permite compensar las lagunas, las heridas, los vacíos de paternidad y maternidad que tocan los hijos menos afortunados. Esta irradiación puede hacer auténticos milagros. ¡Y en la Iglesia suceden cada día estos milagros!".
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