El Papa Francisco recordó hoy, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, la parábola de los talentos, y alentó a los fieles a no esconder nuestra fe y pertenencia a Cristo.
Francisco subrayó que "esta parábola nos empuja a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica, que renueva".
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El Santo Padre señaló, citado por Radio Vaticano, que "el Evangelio de este domingo es la parábola de los talentos, tomada de san Mateo. Narra de un hombre que, antes de partir para un viaje, convoca a sus servidores y les confía su patrimonio en talentos, monedas antiguas de un gran valor".
"El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos son los discípulos y los talentos son el patrimonio que el Señor les confía: su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón… en resumen, sus más preciosos bienes".
Francisco destacó que "mientras en el lenguaje común el término 'talento' indica una resaltante calidad individual – por ejemplo en la música, en el deporte, etcétera –, en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar".
"El pozo cavado en el terreno por el 'servidor malo y perezoso' indica el temor del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor".
El Papa señaló que "Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, sino que quiere que la usemos para provecho de los demás".
"Es como si nos dijese: 'He aquí mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y úsalos abundantemente'. Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A quién hemos "contagiado" con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo?".
"Cualquier ambiente, también el más lejano y árido, puede convertirse en un lugar donde hacer fructificar los talentos. No existen situaciones o lugares excluidos a la presencia y al testimonio cristiano".
El Santo Padre destacó además a no tener "encerrado en nosotros mismos" el perdón, que el Señor nos da en el Sacramento de la Reconciliación.
"No lo tengamos encerrado en nosotros mismos, sino dejémoslo que desate su fuerza, que haga caer aquellos muros que nuestro egoísmo ha levantado, que nos haga dar el primer paso en las relaciones bloqueadas, retomar el diálogo donde no hay más comunicación".
El Papa dijo que "el Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma manera: nos conoce personalmente y nos confía aquello que es justo para nosotros; pero en todos coloca la misma, inmensa confianza ¡No lo defraudemos! ¡No nos dejemos engañar por el miedo, sino intercambiemos confianza con confianza!".
"La Virgen María encarna esta actitud de la forma más bella y más plena. Ella ha recibido y acogido el don más sublime, Jesús en persona, y a su vez lo ha ofrecido a la humanidad con corazón generoso".
"Pidámosle ayudarnos a ser 'servidores buenos y fieles', para participar 'de la alegría de nuestro Señor'", concluyó.