"Las bienaventuranzas son el carnet de identidad del cristiano", afirmó el Papa Francisco durante la Misa que celebró este lunes 9 de octubre en el Monumento de María Reina de la Paz en Mauricio.
El Santo Padre explicó que "si alguno de nosotros se plantea la pregunta: '¿Cómo se hace para ser un buen cristiano?', la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que pide Jesús en las bienaventuranzas".
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Ante una multitud de fieles, y representantes de otras religiones presentes en el país, el Pontífice presidió la celebración eucarística en este Monumento construido a las afueras de Port Louis, capital de Mauricio, en 1940 para conmemorar la protección del país por parte de la Virgen durante la Primera Guerra Mundial.
Francisco destacó en su homilía la importancia que tiene para Mauricio la herencia de la evangelización del beato Jacques-Désiré Laval.
Jacques-Désiré Laval, misionero francés, llegó en 1841 a la isla de Mauricio y evangelizó con entusiasmo a los esclavos liberados. Fundó numerosos hospitales para hacer frente a las epidemias de cólera de 1854, 1857 y 1862. También fundó escuelas, construyó capillas para promover la formación espiritual y la integración social de la población. Falleció el 9 de septiembre de 1864 y fue beatificado por San Juan Pablo II el 29 de abril de 1979.
El Papa Francisco subrayó que el beato Jacques-Désiré Laval "sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos. Aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación".
"Supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de las actuales parroquias".
"Fue solícito en brindar confianza a los más pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos".
El Papa invitó a cuidar ese impulso misionero "porque puede darse que, como Iglesia de Cristo, caigamos en la tentación de perder el entusiasmo evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas que, poco a poco, no sólo condicionan la misión, sino que la vuelven pesada e incapaz de convocar".
Por otro lado, en su homilía, el Santo Padre también lamentó que, a pesar del crecimiento económico experimentado en las últimas décadas por Mauricio, los jóvenes se encuentran muchas veces en situación de exclusión.
"Ellos son quienes más padecen la desocupación que provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común".
"Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI. ¡Ellos, nuestros jóvenes, son nuestra primera misión!", exclamó.
El Papa continuó: "A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo 'su lenguaje', escuchando sus historias, viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son bienaventurados de Dios. ¡No nos dejemos robar el rostro joven de la Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la muerte quienes roben las primicias de esta tierra!".
Por último, invitó a los responsables de la Iglesia en Mauricio a no esperar un contexto favorable para llegar a los jóvenes, porque "para vivir el Evangelio, no se puede esperar que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra".
"Cuando un joven ve un proyecto de vida cristiana realizado con alegría, eso lo entusiasma y alienta", resaltó.